LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(4)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 23/08/2015, clasificado en Varios / otros
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XXVlll
¡Llegó la liberación!
Las tropas nacionales
altivas e irracionales,
mostraron su poderío;
sigilosas y puntuales
callaron el libre albedrío.
El avance de las tropas
fue rápido, fugaz,
luchaban por una paz
que ellos habían quebrado
y mostraban una faz
de vagabundo alelado.
Cuando Málaga calló,
todo el sur se estremeció
y angustiado lloró,
por aquella fuerte puerta
el fascismo penetró
y comenzó la alerta.
Avanzaron por el sur
produciendo desplazados,
huían aterrorizados
buscando seguridad;
escapaban alelados
ansiando su libertad.
¡Y llegaron a mi pueblo!
Sin ninguna instigación
tomaron posición
y el pueblo se liberó;
no encontraron rebelión
y la villa se alegró.
Volvió la triste estampa
de días atrás en mi mente,
vi imágenes de gente
con sollozos quebrantos;
se estremeció mi ente
y aguanté mis llantos.
Gran bullicio se avivó
en la gente de la villa,
unos doblaban la rodilla,
otros iban altaneros;
arreció la rencilla
de tan sutiles guerreros.
El odio y las envidias
acampaban por doquier,
triste era su amanecer
lleno de desconfianza;
todo era un padecer
rastreando esperanza.
Con el odio, las muertes
al pueblo volvieron,
las denuncias estuvieron
muy activas cada día;
sentencias sufrieron
y la vida se perdía.
La villa era hervidero
de gente desesperada,
corría desorientada
sin saber dónde acudir;
ambulaba desgarrada
pidiendo a gritos morir.
Porque a sus seres queridos,
lúgubres no encontraban,
ya que muertos estaban
y quebrado su destino;
sus cuerpos reclamaban
aunque hilaban muy fino.
Fueron días de represalia,
de febril depuración,
de llantos, de indignación;
mataban con alevosía
cumpliendo su función
de ajusticiar cada día.
Se persiguió sin piedad
a todo republicano,
incluso al hermano,
y les apodaban rojos;
todo era ser ufano
y no padecer enojos.
Pero eran fieles lobos,
voraces, hambrientos,
y de sangre sedientos,
repulsivos de venganza
decían a los cuatro vientos
su arraigada desconfianza.
De nuevo llegó el caos,
la muerte y lo incierto,
más con orden y concierto
el mando libre actuó;
pero no es menos cierto
que al pueblo despreció.
Quién luchó en el otro bando
y confiado se quedó,
con alevosía murió;
eran injustas condenas
que el vencedor impartió,
pero no rompió cadenas.
Otros a la “desbanda”
conscientes se unieron,
del pueblo salieron
para evitar desvelo;
a ella se adhirieron
buscando sutil consuelo.
Y algunos murieron
en ese camino horrendo,
pues salieron huyendo
ansiando libertad;
escaparon sabiendo
que poseían la verdad.
Eludieron la muerte,
pero al frente la encontraron,
otras su meta lograron
con pena y sufrimiento,
porque tras de sí dejaron
vivo su sentimiento.
XXlX
Nunca entenderé al hombre
que impone su voluntad
con miedo y temeridad;
al pueblo lo hace sumiso,
coarta su libertad,
rompe cualquier compromiso.
Y si alguien sus ideas
impone con violencia
se acatara su creencia,
con desidia y sumisión
se tolera su presencia
con total resignación.
Porque el miedo a morir
hace al hombre coherente,
avivado y prudente,
apacible clandestino,
incluso fiel confidente
para salvar su destino.
La vida es don celestial
que nadie quiere perder
aunque cueste padecer;
nacemos para morir
y nos cuesta creer
que la vida es sufrir.
Corto es nuestro camino,
efímero nuestro andar
y cansino el caminar
en muestra marcada senda;
todo se debe ambular
con las manos en la rienda.
Nadie tiene poder
para quitarnos la vida
o ser algún fratricida
por innobles pensamientos;
la vida nos es ofrecida
desde firmes cimientos.
Pero al mismo tiempo
de enervadas cuerdas
nuestras vidas están llenas,
aunque sus hebras muerdas,
aquellas criaturas lerdas
se abrazarán a sus penas.
Y continúo la guerra
con sus miedos y temores,
con suspiros y temblores
implorando al cielo
y con sollozos clamores
reclamaban consuelo.
El pueblo sufría y veía
como sus seres queridos,
muertos, desaparecidos,
rompían sus corazones,
y sentían sus latidos
saturados de razones.
Muerte y depuración
mi pueblo padeció,
toda España sufrió
por odio o venganza;
mucha sangre se vertió
y se alentó la matanza.
Cualquiera de los dos bandos
que ejerció su autonomía,
empezó la agonía
de las tierra conquistadas;
fue una gran sangría
de ideas depuradas.
El avance de las tropas
y su raudas conquistas,
hicieron a los fascistas
hados de la represión;
apresaban comunistas
matando sin compasión.
Pero con mi corta edad
pude contemplar escenas
de horror y muertes plenas;
mi oculta empatía
y mi triste mirada fría
me unía a sus cadenas.
Nunca jamás quise estar
en lugar del condenado,
pero me sentía a su lado
susurrando la verdad;
me sentía avergonzado
viendo inhumanidad.
Allí estaban las dos,
soberbias y erguidas,
solemnes y presumidas,
frente sí las dos Españas;
dos Españas perseguidas
con sus múltiples marañas.
Dos ideas enfrentadas,
dos conceptos opuestos
de devolución de gestos
para vivir toda una vida;
sentimientos con arrestos
de lealtad infundida.
Siguió antagonismo
áspero y relevante,
de acción fulminante,
de odio y de poder;
poder fáctico ambulante
de triste amanecer.
Ni el paso del tiempo,
ni nuevas generaciones,
ni ávidas transformaciones
sus ecos enmudecieron;
se rompió ilusiones
y algunos murieron.
La España derrotada
guardó en su corazón
odio y desilusión,
con el dolor por bandera
ocultó la sumisión
y se hizo caminera.
La España vencedora
sus finas garras limó,
la libertad destrozó
y fusionó cadenas;
la venganza implantó
y se llenaron las trenas.
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