Muerto a la fuerza

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Hoy me acaban de comunicar que he muerto. Realmente sorprende que alguien de la administración te llame a primera hora de la mañana para realizar esta gestión. Todavía tenía pasta de dientes en la boca y cuando descolgué el teléfono móvil lo dejé hecho un asco, parecía que quería afeitarlo. Me explicó que por ese motivo tendré que dejar de trabajar y evitar asistir a actos públicos; dejar a la novia si es que había tenido suerte y trasladar mi domicilio a un lugar más discreto y tranquilo. Hay cementerios realmente excelentes para casos muy especiales como el mío. Tenía que pensar que no estaba bien visto que un muerto declarado anduviera por la sociedad ya que ésta tiene unos principios éticos y morales decentes.

Se me estaba poniendo la cara de berenjena. Siempre me he caracterizado por poseer un carácter fuerte, agudo y perspicaz, con ánimo de dar soporte siempre al más desfavorecido. Me estaba dando cuenta que los muertos no tienen los mismos derechos que los vivos y sinceramente no veo que diferencia hay entre los que se lo creen y los “ultratumbistas”. Yo personalmente, nunca he visto a un muerto y sigo creyendo que es un mito. El administrativo me comentó que en otras circunstancias me daría la razón pero el hecho es que estaba muerto. Su trabajo implicaba sencillamente transmitir el comunicado por vía telefónica a la persona afectada, para asegurarse que recibía el mensaje. Según él no podía hacer de capellán del pueblo, ya que se había demostrado que de religioso nada de nada, y que si se ponía a explicar la razón del porqué lo expulsaron del seminario cuando estudiaba para monje de clausura, se daría cuenta. Resulta que un día se levantó con ánimo de cambiar el estamento eclesiástico y quiso ser creativo modernizando el padre nuestro, no hubo manera. No tenía vocación para aprenderse La Biblia de memoria, pero si para decir que la gente estaba muerta. Estudió ciencias políticas y de comunicación especializándose en “mensaje de defunción”. Su objetivo era ser presidente de algún país porqué admiraba la sutileza con que éstas personalidades llamaban a la gente “muertos de hambre”, son unos maestros en ese arte. Me lo dejó claro: ¡Chico! ¡estás muerto y punto!


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