La tranquilidad reinaba en el parque mientras la primavera se anunciaba con las primeras mariposas. El tranquilo café donde me relajaba era conocido como el Café de las Flores; entre las macetas de la terraza y del interior crecían innumerables variedades de flores, que otorgaban al lugar un olor único que todavía me acompaña. En mi mano un cortado sin apenas azúcar, con cuya amargura en contraste del dulzor de aquella mañana hacía que me deleitase en un momento único. Por un momento pensé que no era el sol lo que iluminaba la ciudad. Pensé que era mi felicidad que se desbordaba por cada centímetro de cada calle, y en ese momento me olvide de mi, de la ciudad y de sus habitantes, de dios y del mundo, y me fui volando a aquel lugar que sólo yo conozco y esta alto, muy alto.
Por así decirlo, el momento perfecto.
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