LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(6)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 07/09/2015, clasificado en Varios / otros
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XXXl
La guerra trajo miseria
y sobre todo destrucción,
creí que la liberación
prosperidad nos traería,
pero la reconstrucción
algún día más tardaría.
Se estaba pendiente
del avance nacional,
do todo lo ocasional
que ocurría en la guerra,
pero el ansiado final
se hundía en la tierra.
Pese a la contienda
mi madre estaba contenta,
pero de paz sedienta
y de dolor saturada;
ella no era violenta,
pero estaba azorada.
Vivíamos más tranquilos,
la lucha lejos estaba
y el frente se alejaba,
más pasaban los soldados;
yo al cielo imploraba,
suplicaba a los hados.
Aquel día primaveral
sucedió lo esperado,
ocurrió lo anhelado
por el pueblo español:
la guerra había acabado,
comenzó a brillar el sol.
La gente del pueblo corría
por las empinadas cuestas
elogiando las gestas
de las tropas nacionales;
iban muy compuestas
honrando bienes morales.
Era un río de alegría,
una tormenta, un murmullo
que ahogaba el orgullo
del otro bando vencido,
pero en ningún arrullo
jamás fue convertido.
Los que fueron derrotados
y huir no pudieron,
a la fiesta no acudieron,
pues perdieron sus derechos;
en sus casas se embutieron
ofuscados y maltrechos.
Hoy pienso que éramos
conscientes del evento,
del ansiado momento
ha tiempo esperado;
más lleno de sentimiento
todo allí quedó apartado.
Aquel final de contienda
el pueblo lo alabó,
la gente compartió
lágrimas de alegría,
pero el bando que venció
oscureció aquel día.
Yo pensé que las muertes
se habían acabado,
todo se había perdonado
y se empezaba a vivir,
pero estaba equivocado:
se volvió a sufrir.
Los últimos días de guerra
hubo quién pasó la frontera
porteando por montera
el orgullo de la derrota,
pero tenía por bandera
una noble España rota.
Hubo muchos exiliados,
por su España suspiraron
y nunca la olvidaron,
la tuvieron presente
y siempre la añoraron
con su espíritu latente.
Bendigo a todos aquellos
que de España salieron,
que la patria defendieron
con orgullo y honor
y la muerte eludieron
con valentía, sin temor.
Porque al acabar la guerra
llegó la depuración,
la triste ejecución
del ejército vencido;
la victoria dio razón
a un pueblo enardecido.
Pues al final de la guerra
emergió la venganza,
su firme punta de lanza
truncó muchas ilusiones,
y allá, en lontananza,
surgían eternas prisiones.
También la gente del pueblo
impotente se quedó:
el odio le alcanzó.
Aceptaron resignados
y la muerte llegó,
otros fueron apresados.
Fue tiempo de muerte,
de odios y perfidias,
por causas de las envidias
desapareció gente
y por muchas desidias
se atormentó a la mente.
La victoria fue letal:
unos fueron fusilados,
otros serían apresados
y en cáceles recluidos;
había campos preparados,
listos para los vencidos.
¡Campos de concentración!
De prisioneros llenaron,
su dignidad humillaron,
mataron su valentía;
su destino acotaron,
vieron su agonía.
¡Y un millón de caídos!
Según dicen los expertos,
demasiados muertos
pera un pueblo desolado.
¿Son números inciertos
ese tono aclamado?
Un millón de afluentes
que abren sus corazones
y vierten sus ilusiones
al piélago azulado;
un mar de pretensiones
que queda desahuciado.
Savia fuerte, viril,
que consciente se perdió
y que el tiempo olvidó
en los libros de escribir,
vida que se cercenó
para nunca más vivir.
Hermanos contra hermanos,
así fue nuestra contienda.
No hay quien entienda
nuestro vil comportamiento,
y que nadie pretenda
rehuir de tal evento.
¿Dónde están los muertos
de la gran depuración?
Los muertos, muertos son
por rencor o por venganza,
nuestra triste situación
no aviva confianza.
Aquí nacen dos Españas:
la gloriosa, la vencida,
la altiva, la oprimida,
dos Españas enfrentadas,
abiertas a la vida,
pero al pasado atadas.
Dormida quedó una España
que nunca fue muerta,
de esperanza cubierta
con llantos de libertad;
la ricas y fértil huerta
hoy llora su soledad.
Glorioso edén florido
de eterno paraíso,
rompieron su compromiso,
mataron su corazón;
su adoquinado piso
aguantó su decepción.
Callada, triste quedó,
pero llena de rebeldía.
Despertará algún día
y sus puertas abrirá,
lapidará su agonía,
por su ideal luchará.
Pasarán tiempos, edades,
vendrán generaciones
y rendirán sus pendones
para curar heridas
de viejos corazones
con vejaciones sufridas.
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