Es el primer lunes en muchos años que no tengo nada que hacer. Tal vez he muerto y no lo sé pero sí me contaron que los muertos reconocen su nuevo estadio cuando concluyen que no tienen nada que hacer, que son en esencia nada y nada pueden hacer ya por remediarlo.
Yo soy nada, luego estoy esencialmente muerto.Los muertos en un principio sólo estamos esencialmente muertos para nosotros mismos.
Existimos hasta que llega el olvido, que no es ni más ni menos que la muerte de la memoria. Los tótems, las pirámides, las catedrales góticas, los monumentos funerarios son elixires de la memoria. Infinitud a través del otro, existir más allá del ser.
Existimos mientras ocupamos un lugar en la memoria efímera y circunstancial de la familia, de los amigos, de los cómplices, de los alumnos, de los seguidores, de los enemigos y que siendo ésta quebradiza y mudable, muere en poco tiempo.
Pero esta historia a los muertos nos importa poco, y la inmortalidad es un concepto vacío de contenido pues somos la nada y la existencia no nos afecta, siendo ella patrimonio de los vivos.
Al igual que mis precursores, cuándo constaté que había muerto me hice multitud de reproches y censuras por no haber tenido otras actitudes mas decentes y menos caprichosas con mis allegados y encontrados, tuve lo que llaman el estrés del muerto.
Cuando se acerca la muerte un haz fugaz y luminoso premortem sintetiza la vida, y en milésimas de segundo nuestro cerebro visualiza en blanco y negro las relaciones, vivencias y situaciones manifiestamente mejorables que no mejoramos en su momento.
Se hizo tarde para corregir, y los muertos sabemos de nuestra inanidad rayana en lo pusilánime y de nuestra ingratitud, sólo comparable con la de los poderosos.
Según el aforismo la muerte iguala y es cierto porque la nada totaliza. No hay nadas singulares pero sí tránsitos peculiares. En concreto el mío del que daré cuenta en las siguientes páginas.
Ocurrió aquella tarde de domingo que el cielo era de dos colores o de un color metamorfoseado por la puesta de sol. Un rosazul madrileño de finales de marzo provocó el descubrimiento definitivo.
Ensimismado y deslumbrado con el desfile crepuscular colisioné en la calle Mejía Lequerica de Madrid (España) con un automóvil que no pude/quise esquivar. El impacto fue brutal.
Al no llevar ninguna medida de seguridad por decisión propia dada mi innata confianza, me atravesó la cabeza el crucifijo de acero que sacralizaba la caja mortuoria del cadáver que hasta ese momento era transportado por un coche fúnebre de la marca Mercedes Benz.
Mi muerte fue instantánea dada la gravedad de las heridas, con destrozos en occipucio y parietal derecho y con pérdida de masa encefálica, las asistencias del Samur sólo pudieron certificar el óbito y no manipularon al flamante difunto hasta la llegada del juez de guardia.
Hasta ahora ésta historia es vulgar y en cualquier ciudad del mundo se repite cotidianamente, no así lo que a continuación aconteció.
Resulta que el inquilino inerte del vehículo contrario estaba en tal trance a causa de un trozo de corteza de cerdo que mal ingerido se le alojó en la glotis, produciéndole una insuficiencia respiratoria que degeneró en un coma profundo y a su vez en un certificado de defunción emitido por un médico en prácticas.
Estaba clínicamente muerto, pero no estaba muerto y con el estremecimiento del accidente se le despejaron todas las vías respiratorias. Se irguió sobre sus piernas al abrirse el féretro tras el golpe, confuso no paraba de decir que había tenido mucha suerte y extremadamente generoso cedía sus bienes a los más próximos, pagando de su bolsillo la reparación de urgencia del ataúd y así se lo hizo saber al juez de guardia que llegó a las dos horas aproximadamente.
La policía intentó vanamente hablar con el conductor del vehículo funerario, que estando en vísperas de la jubilación sufrió un ataque de amnesia y se lamentaba que en 40 años era la primera vez que no concluía un servicio como Dios manda y se puso a disposición de las autoridades para completarlo aunque fuera con el nuevo usuario.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales