Amo a mi Dildo

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AMO A MI DILDO

Y además se merece escribirse con mayúsculas, porque es todopoderoso.

Le amo. Pero no puedo referirme a él como ser, porque no tiene sentimientos, aunque a mi me los provoca, y surgen de lo más hondo de mi ser.

Pienso en el a todas horas. Tanto de día como de noche.

Me tiene totalmente cautivada.

Lo mío es un sin vivir.

Lo que siento por mi Dildo es algo más que profundo, que cuando le tengo dentro de mi, cierro fuertemente las piernas, porque, aunque soy yo quien lleva el control, a veces tengo miedo de perderlo, y ello provoca que mi Dildo, salga de mi y escape.

Está siempre tan duro y tan apunto, que a veces siento dolor en mis entrañas. Pero al mismo tiempo siento tanto deseo, que la humedad se ha instalado de forma perenne en las partes más vulnerables y tiernas de mi cuerpo.

Amo a mi Dildo, y ello provoca que me derrita cuando me mira fijamente desde la mesita de noche. Su mirada me provoca.

Me dice suavemente al oído.

¡Tómame!, ¡Tómame!, ¡Tómame!.

Y yo hipnotizada por su voz inexistente, me recuesto en la cama, y sin pudor, lo tomo entre mis manos delicadamente, como si de un sabroso helado de chocolate se tratase y me lo introduzco muy golosamente hasta el fondo. Y digo lo del helado de chocolate, porque es de color negro profundo, como el chocolate al 70% de cacao.

Y lo curioso, es que aún pareciendo ser de chocolate, la que se funde con solo mirarlo soy yo.

Y cada día que pasa, doy gracias por la forma en que llegó a mi vida. Bendigo el momento en que le vi por primera vez, luciendo palmito en aquel pequeño escaparate del sex-shop.

Y él, sonriente y sin cortarse un pelo, me ordenó con voz bajita, seductora e inexistente.

¡Entra y comprame!

Fue un flechazo en toda regla. Se me lleno de golpe el estomago de mariposas que revoloteaban deseosas de conocerle.

Muy amable la dependienta me dijo:

-¿Se lo envuelvo para regalo?

Y yo sin darme cuenta de que mi conciencia se había transformado en palabras que escupió mi boca contesté:

-El que me va envolver como un regalo a mí es él entre las sabanas de mi cama.

-Pues ¡Enhorabuena!

Este espécimen que ha adquirido es un regalo de los dioses.

Y así abandoné la tienda con una sonrisita tonta de oreja a oreja, y como no, envuelto en celofán trasparente y adornado con un precioso lacito azul cielo, salimos orgullosos mi Dildo y yo, dispuestos a entregarnos el uno al otro, una tarde completa de lujuria y pasión.

Ha pasado algún tiempo, y nuestra relación no es tan tórrida como al principio.

He descubierto a pesar de los pesares, que sabe mejor una buena barra de carne, que un buen amasijo de látex y plásticos varios.

Aunque es más fácil el uso del amigo de látex, pues se pone a punto con sólo tocar un botón. Mientras que el amigo de carne, necesita algunos preliminares y aún así a veces no basta.

Pero ello no significa que haya dejado de amarle. Y de vez en cuando, nos montamos alguna que otra noche lujuriosa, mi barra de carne, mi negrito de látex y yo.

Y después de una corrida de ahí te quisiera ver, nos tumbamos mirando el cielo, y vemos juntos las estrellas brillar. No me digáis que esto no es amor.

Dedicado a mi prima y a la barra de carne que duerme a mi lado todos los días.

Mi Dildo descansa por ahora en un cajón.

CONTINUARÁ.............


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