Dolor dulce se le llama a la espera de aquella alma sensible, estrambótica y protectora; a la que con la rabia y rigidez espero sentado en un pantano donde la vegetación y el barro me hunden a la más oscura soledad; solo por la espera a esta alma de aromas frescos. Las geishas me seducen, queriendo exprimir mi hemoglobina. Les puedo llegar a decir que por este ectoplasma humano materializado en lo más puro del ser soy capaz de reprimir mi idiosincrasia y libertad. Creo que ya estoy muerto, que mi eternidad es la espera.
Todavía tengo la esperanza de algún día levantarme de este pantano musgoso y frio para poder tener esta dosis vital haciéndome falta. La chusma me aconseja el olvido; pero el olvido es escapar, y escapar es ser un cobarde y sé que un cobarde no soy.
Soy de caminar por las noches volviendo del bar Irlandés y tabaquería Manchini, donde me emborracho con fernet y whisky hasta la hora de cierre. Llego a casa y lucro mi enorme pipa india, la relleno de aquella sustancia psicotrópica y me dejo llevar, hasta llegar al sitio más humano, la conciencia, pueden decir que estoy loco, pro sí, yo hablo con mi conciencia, la veo, ahí, me mira; y saben? Con ella no se habla, no se toca, con el solo hecho de sentirse ya hay comunicación y entro en un llanto de niño prematuro, gimiendo.
El alma a la que espero aun en esta angustia desesperada donde ni el más valiente ganaría esta lucha interna. Puede ser que exagere, pero estoy hundido y cuando te hundes, dejas de estar en el exterior y te encuentras con tu lado más oscuro.
Como todos los domingos fui a visitarla, siempre estoy ansioso por que creo poder llegar a verla, esforzando mi vista; podría describir que donde vive es un orfanato de todas las generaciones, con las paredes pintadas de gris oscuro y el olor, el olor a flores de jardín y agua podrida. A lo lejos ya la veía, a su cama, su grisácea cama, con lo oblongo de un castillo. Yo llevaba un ramo de lirios amarillos con un tono naranja en el centro; y si, así es, me arrodille en el sepulcro de mi amada Megan, asenté los Lirios sobre el florero hecho a mano de su tumba y seguí esperado dulcemente a mi alma Megan.
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