Ensoñaciones

El viento sigiloso pisa las hojas de los árboles descubriendo su rumor de arroyuelo, fluyendo hacia la desembocadura inmensa de un cielo donde las nubes rompen cual olas muy cerca del navío del sol.

¡Aquí! ¡Aquí! Esta es la isla de los proscritos, la tierra de los desventurados, pocos son lo que aún recorren sus playas con la vista desesperanzada puesta en el vasto mar.

No hay valiosos tesoros enterrados bajo estas arenas pero si ávidos saqueadores de la riqueza natural de este oasis reducido a la última duna.

No es lugar para poetas, ¡Míralos allá en las últimas cuevas de los acantilados! Prefieren el ruido recio y puro del viento y la marea al mefítico proveniente de los hombres.

Tampoco lo es de filósofos que itinerantes por estas sendas de playa borradas por la espuma de la pleamar, vagan sin rumbo rumiando el desasosiego.

¡Aquí, si venís a salvarnos!

¡Aquí, si vuestro navío no alberga la incipiente guerra, sino la espada incondicional del amor y el escudo perpetuo de la paz!