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Se sintió amenazado y corrió como pudo hasta su habitación, miró para todos lados buscando ese lugar que tranquilizara sus palpitaciones, bajara su temperatura y calmara su respiración. Tenía que ser invisible a su propia casa. El silencio en este caso era el peor enemigo, porque ello implicaba que la búsqueda estaba iniciada. Era cuestión de segundos, de esperanza para él, de certeza ceros y unos para otros. Un desperfecto corrió en su mejilla, una emoción no controlada. El objetivo había sido encontrado.
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