Juegos de color tocan mi mirada otra vez y eso que pensaba que un poco más allá sólo quedaban telarañas y días grises, que no cesan de contar lo que no está.
Frías tardes anuncian mi derrota: al final no estaré. Bajo un sol grisáceo y desafiante para las almas que, alargando sus manos, no aciertan a tocar más vida.
Un frío, tan tremendo como reincidente, recorre el interior del abrazo vacío de nuestros hijos mañana, una desproporción injusta.
Aquí.
En esta esquina del mundo, la oscuridad da tregua a la luz por esos instantes. Porque baten sus alas los ángeles dejando al descubierto el perfil de tu pequeña sonrisa.
La inocencia. Quemando el tedio que incrusta mis pequeños despistes. La sonda, que enterrada en tus alegrías, nunca regresó. Coronando mi victoria.
Luz, aleja el llanto sordo de todas las almas que un día tuvieron tu miel en sus labios, que desprovistas de esa flor, ahora lamentan tu lejanía. Danos calor.
Aquí, con tu pequeña sonrisa, corona tu victoria.
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