LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(8)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 21/09/2015, clasificado en Varios / otros
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XXXlV
Atrás quedó una contienda,
la cúspide de las guerras,
devastó cielo y tierras,
estimuló la venganza;
si tus puertas cierras,
el olvido te alcanza.
Surgió un vulgo dolorido,
sumiso en su esclavitud,
cuya flor de juventud
en la guerra se mustió;
un pueblo con inquietud
que el mundo no olvidó.
Atrás quedó mi infancia,
mis tristezas y alegrías,
mis galopadas correrías
por sus calles empinadas
y mis brumosas fullerías
han quedado aparcadas.
Iba pasando el tiempo,
la vida se avivaba
y el sosiego estaba
al cumplimiento del alma;
todo en ella se asentaba
siendo la paz su gran palma.
Fue una época difícil.
La contienda quebró,
rompió, desarticuló…
las fuentes de la nación;
la economía quedó
maltrecha y sin opción.
Pero ”una, grande y libre”
fue tema del vencedor
y hasta el perdedor
la acogió como esgrima
para acallar su temor
aunque su fe no la estima.
Vencedores y vencidos
ese tema acogieron,
por coacción aplaudieron
y callaron sentimientos,
los primeros lo adoptaron
porque eran sus pensamientos.
Yo era un mozalbete
y bien que lo demostré,
con visión me aproveché
de la coyuntura actual,
gran beneficio logré
a título personal.
Me consideraba un hombre,
quería demostrar mi hombría,
más la escuela eludía,
la situación me avalaba
para lograr mí correría,
pues decidido estaba.
Renuncie a la enseñanza,
pues en mi etapa docente
poco alimentó mi mente,
poca cultura adquirir,
aprendí lo suficiente
para de hambre no morir.
Mi cultura fue la calle,
la escuela mi prisión,
no había en el pueblo rincón
que yo no conociera,
ni barrio ni estación
que menda no recorriera.
Mi campo universitario
fue la guerra civil,
de duro y triste perfil
con dolorosos quebrantos;
nada allí fue pueril,
pero se oyeron llantos.
Fue campo abonado
de odios y sufrimientos,
alabé esos momentos,
pues a ser hombre aprendí;
callaron mis sentimientos,
en hombre me convertí.
XXXV
Si se necesitaban hombres
para seguir el guión
y reconstruir la nación,
aquí estaba mi menda;
lo dije de corazón,
con voluntad de enmienda.
Me importaba un bledo
la patria y su mentira,
y su canto que delira;
alababa mi suerte
y me llenaba de ira
al recordar tanta muerte.
Eran cantos de sirenas,
voces en la oscuridad
que escondían la verdad,
manantial envenenado
que anula su identidad
corriendo desbravado
Yo deseaba ser útil,
sin falacias ni engaños,
tenía suficientes años
para poder decidir,
miraba en mis aledaños
la forma de corregir.
Me hice hombre en guerra
aunque fusil no empuñé,
la vida a nadie quité,
pero vi mucha tristeza,
de dolor me contagié
y me donó fortaleza.
Reconstruir el país no quería,
solo levantar mi huerta,
cercenar su cubierta
de odios y envidias,
abrir sin temor la puerta
estimulando desidias.
Y haceme un gran hombre
junto a mi progenitor,
el sería mi mentor
en mi largo aprendizaje,
también sería instructor
de mi fogoso coraje.
Mi decisión era esta:
renunciar a la docencia
y adquirir experiencia,
llenar de conocimiento,
con sublime paciencia,
mi recóndito talento.
Quería ser hombre de campo,
esa era mi vocación
y también mi devoción,
nada ni nadie podía
cambiar mi decisión,
pues no era razón de un día.
Quería ser “erudito”
en tierras de labranza,
llegar donde se alcanza
el deleite del saber
y adquirir la confianza
para poder aprender.
Sabía que era camino
de enorme dificultad,
pero poseía voluntad
y anhelo de trabajar;
tenía ansiedad
y deseo de empezar.
Le hablé claro a mi padre
y no hubo necesidad
de quebrar mi voluntad,
de trabajar a su lado,
y con toda su humildad
me dio un aprobado.
Mi madre fue complaciente,
mucho esperaba de mí,
su decisión aplaudí
y lloré de alegría:
al momento comprendí
que empezaba un nuevo día.
Yo no era hombre de letras,
mi madre así pensaba
aunque nunca chistaba,
ella así me crió;
altiva me vigilaba
desde que me parió.
Miré en sus azules ojos
y la contemplé serena,
la vi vacía de pena,
contenta y sonriente,
ofreciéndome faena
con amor de madre ardiente.
Yo estaba en mi trece
y me sentía contento,
aquello fue gran fomento
para mi integridad;
aproveché el momento
para mostrar lealtad.
Orgullosos quedarían
de su hijo labrador,
criado con lindo amor
y en su seno educado,
sería gran agricultor,
benévolo y honrado.
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