Vladimir cogió una vez más ese libro que nunca se cansaba de leer y se tumbó en la cama. Todavía tenía dos horas hasta quedar con Pietro, así que decidió hacer tiempo leyendo el capítulo en el que Josh por fin le dice a Sarah que la quiere.
Una hora y media después, cerró el libro y lo volvió a esconder en el doble fondo del cajón de sus calcetines. Tópico. "Pero...viviendo solo, no creo que nadie se pare a buscar entre mis calcetines", pensó.
Se puso la chaqueta y la bufanda y salió a la calle. Las frías calles de Rusia llevaban iluminadas por las farolas desde hacía ya tres horas, y, siendo martes, tan solo quedaban los más rezagados que se apresuraban a volver a casa.
Atravesó a paso ligero la Plaza Roja y continuó recto durante varios minutos. Después, en el tercer callejón, miro a los lados y, sin dudarlo, se sumergió en su oscuridad. Pietro estaría esperándole. Conociéndole, se habría presentado en el lugar media hora antes. "Con estas cosas no se juega", solía decir.
Sin ni siquiera saludarle, Pietro preguntó:
- ¿Lo tienes?
- Sí, joder, lo tengo. ¡Por fin lo tengo! - exclamó.
- ¿Puedo verlo?
- ¿¡Tú estás loco!? - intervino - ¿Cómo voy a traerlo aquí? ¿Quieres que esto salga bien o no?
- Sí, sí, claro que quiero. Dios, ¡Es que estoy muy nervioso!
- Pues te relajas y actúas con normalidad. Dentro de 24 horas todo habrá terminado.
- Perfecto. Lo intentaré. Aquí tienes los ochocientos que te debía. Me voy, Susan está esperándome con los niños para cenar.
Vladimir se despertó de un sobresalto y lleno de sudor. Todavía no era de día. Miró el reloj. Cinco y media de la madrugada.
Se levantó y encendió la televisión mientras hacía café. A esa hora tan solo daban series antiguas, porno y las primerísimas noticias de la mañana. Se decantó por la última opción.
"Hoy se espera que las temperaturas suban a cinco grados bajo cero en el centro del país. El cielo permanecerá despejado hasta las siete de la tarde, cuando se esperan algunas gotas. Sobre las doce del mediodía, cuando comenzará el desfile desde el parlamento, el sol será el principal protagonista".
Se sentó a la mesa y tomó tres tazas de café acompañadas de dos croasanes. Después, apagó la televisión y se duchó durante más de media hora.
A las ocho bajó a por el periódico y aprovechó para comprar unas rosas en la floristería que hacía esquina con su calle. Subió de nuevo al apartamento y se dedicó a hacer sitio en los armarios.
Para cuando se dio cuenta, ya eran las once y media. Se vistió lo más rápido posible y cogió las llaves del coche. Llegó al edificio de la calle Ryad y subió las escaleras hasta el sexto piso. No quería esperar al ascensor, y menos subir acompañado. El descuidado portero se había olvidado una vez más de cerrar la puerta de la azotea.
Eran las doce menos cinco.
Seis meses después, Pietro esperaba impaciente su llegada a casa, con algo escondido entre sus sudorosas manos.
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