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Sintió la ropa interior mojada debajo de los pantalones vaqueros que le había dejado su primo antes de su marcha. Le dolían las piernas, las manos y la vida. El cansancio no le dejaba respirar, pero el ímpetu de su respiración, era más fuerte.
Sonaron gritos, silbidos y sirenas, salió al exterior, había llegado a su meta.
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