Y no sé porqué me gusta tanto. No sé si son sus ojos verdes o cómo se vuelven casi azules cuando llora. No sé si es su boca dulce y suave o cómo tiembla de deseo cuando me acerco. No tengo la más mínima idea de porqué, aún sabiendo que me hace daño, vuelvo a él antes de que me llame.
Será que no consigo olvidar su recuerdo, su olor, su voz susurrando ?por favor, déjame hacerte mía una vez más?, mientras yo intentaba convencerme de que salir por su puerta era lo mejor que podía hacer.
Y salí, y corrí...y lloré. Y me paré porque no quería eso, lo quería dentro de mí y aunque fuera una bajeza, lo quería a cualquier precio. Volví sobre mis pasos segura de mí misma, porque al huir había sentido que no podía alejarme de él en realidad, que mi cuerpo se había distanciado pero mi cabeza no...seguía en su cama pensando en él, en su cuerpo, en su boca, en su lengua recorriendo cada centímetro caliente de mi piel, en sus dedos dentro de mi húmedo ser haciendo desear más, ansiando que entre en mí y me inunde de placer.
Y no quiero volver a no sentirlo, quiero esto todos los días de mi vida. No quiero volver a olvidar como sus manos conocen cada rincón de mi cuerpo, no quiero tener que forzar a mi cabeza a revivir ese último orgasmo como si fuera el último que me regaló. Mi cuerpo está ansioso de él, aunque se lo niegue con palabras, es incapaz de no excitarse ante su imponente anatomía. Con cada movimiento, con cada caricia, con cada penetración hace que recuerde que estoy hecha para él y que haberlo negado tanto tiempo ha sido un castigo.
Será que sabe cómo hacerme disfrutar desde el primer momento, con su juego, con su silencio, con su esconder las cosas y su intriga. Tal vez sea que no quiero enterarme que además de una brutal atracción física, hay algo personal. Y da miedo. Tanto que lo escondemos follando. Porque así, entre sudor y besos, parece que es más físico, más carnal, más efímero. Pero no, sus dedos me queman cuando me toca, ardo cuando entra en mí, y cuando se deshace corriéndose en mi interior sé que algo de él queda en mí. Me marca con obsesión con besos húmedos, mordiéndome en mis pezones de manera irresistible, tirando de ellos y haciéndome jadear...y él se excita delante de mí sin pudor. Su pene crece y se hincha aumentando considerablemente su tamaño, pide a gritos que lo desahoguen, palpita y hace que el líquido que tanto me gusta saborear empiece a asomar por su esplendorosa cabeza.
Y estaría horas besando y lamiendo su pene. Y él lo sabe, soy más de dar que de recibir... y le pone loco y a mí también. Pero está hambriento de mí, de correrse en mí, de sentir mi humedad, mi estrechez, de salir y entrar y entrar y salir...de dejarse llevar y penetrarme hasta el dolor, hasta el final, hasta que su cuerpo choca contra el mío y no hay un sólo milímetro de su polla que no esté en mi interior, rozando ese punto al que sólo él llega, disfrutando de esa calidez y esa fricción que sólo yo le doy... porque nos acoplamos perfectamente. Porque sabe que cuando me ve, piensa en follarme hasta que se le agoten las fuerzas, hasta que de tanto embestirme y clavarme su pene dentro de mí...se corra sin poder evitarlo, sin querer controlarlo y pensando que sería genial poder hacerlo otra vez más.
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