Hoy es el gran día
Por José Ángel Muñoz Moreno
Enviado el 05/03/2013, clasificado en Intriga / suspense
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Era el gran día. El día en el que Pablo dejaría atrás todo su pasado, sus padres, su casa, sus amigos, en definitiva, dejaría atrás su actual vida. Pablo cogió todo lo que quería llevarse con él. Ropa para los siguientes días, suficientes alimentos para una semana y algunos libros para leer en los tiempos de descanso, además de una linterna, un mechero y demás utensilios que consideraba necesarios por si su plan de viaje no funcionaba como había planeado o por si tenia que realiizar una rápida huida.. Cogió la mochila y cerró la puerta de su casa por última vez. Estaba harto del trato que recibía de su familia, por lo que acabaría con todo... y con todos. Había amordazado a sus padres y los había encerrado en el sótano. Había derramado gasolina por toda la sala y por los pisos superiores. Allí, en el sótano, había recogido varios trapos viejos que su madre guardaba en el desván y los prendió fuego ante la atenta mirada de sus padres. Tenía tiempo suficiente para coger sus cosas y salir la casa antes de que el fuego se extendiera por el sótano y por toda la casa. Empezó a andar por las calles alejándose de su casa. Tenía que alejarse antes de que se avisara del fuego.Por fin había dado el paso definitivo, el paso que llevaba planeando meses atrás pero que nunca se había atrevido a poner en acción..Pero el momento llegó. Sus padres habían decidido enviarlo a una academia militar y Pablo se opuso con un rotundo no. Ante su negativa, sus padres decidieron que durmiera esa noche en el jardín de la casa, en una noche fría y sin una sola manta. A la mañana siguiente, su madre se opuso a que entrara en casa para comer. Hubo un choque y Pablo la derribó para intentar entrar. Pero su padre apareció al instante y recibió un duró golpe. Cayó al suelo y recibió patadas. Se levantó pero no pudo esquivar los duros golpes de su padre por lo que cayó de nuevo. Se volvió a levantar y esta vez se alejó hasta el jardín. Su padre había desaparecido. Se acercó hasta la puerta y entonces su padre apareció con una mangera. Su madre accionó el agua y al instante la potencia del torrente le empujó hasta el muro que protege su casa. Pablo ya no se volvió a levantar y sus padres, satisfechos, entraron en casa. Pablo se despertó ya de noche y decidió poner en marcha su plan. Necesitaba algo duro, contundente para dejar inconscientes a sus padres. Tenía que entrar en casa y trepó hasta su habitación como había hecho muchas veces para pasar inadvertido ante sus padres. Ya en su habitación, lo único que vio consistente fue el soporte de una copa de campeonato que había ganado meses antes. Con ella en la mano, bajó intentando que nadie oyera nada y tras llegar al piso de abajo, abrió la puerta del dormitorio. Encontró a sus padres roncando y lo aprovechó. Dos golpes certeros bastaron para dejarlos a su merced. Después, los desplazó hasta el sótano tirándolos brúscamente por la escalera. Allí, los ató. Se sentó en una silla y esperó hasta que se despertaron. Les dijo que ya se había cansado y que ahora sufrirían como él había sufrido durante años, aunque supusiera el final para ellos, Y lo demás ya lo he contado. Pablo volvió a la realidad, tenía todo pensado. Tenía que llegar a Ávila, donde sus tíos tenían una casita. Cogería el autobús de las siete y llegaría allí sobre las nueve. Allí intentaría dar pena y mostrarse afectado por lo sucedido.Contaría que cuando llegó del colegio la casa ya estaba quemándose,que los bomberos ya estaban, y que vio cómo dos de ellos sacaban de la casa dos camillas con mantas por encima, que corrió todo lo que pudo sin mirar atrás y que no paró hasta la estación, donde cogió el autobús con dirección a Ávila.¿Era creíble? No, no lo era, pero sus tíos eran demasiado tontos y seguro que no preguntarían más de la cuenta por miedo a que llorara de lo afectado que estaba por la muerte de sus padres Vio un coche de bomberos que atravesaba la calle en dirección a su casa. Parecía que el fuego se había extendido antes de lo previsto. Empezó a caminar más deprisa, aún le quedaba trayecto.
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