Nací con tu ausencia y con ella moriré

Me gustaría que cada gota de agua que ha caído desde que te perdí fuese testigo de cuanto te he querido, ya que en ellas hay una porción de las lágrimas que derramé una y otra vez por tí. Ahora vivo confuso, a medio camino entre el recuerdo y el martirio de amarte sin esperanzas. Vivo odiándome por no haber sabido utilizar mis manos para acariciarte y mimarte como mereciste a mi lado. Maldigo a mis ojos por no saber mirarte con el brillo de un niño pequeño siempre que te vi. Me repugnan mis labios al no haberte besado tantas veces como pude. Todo está perdido ya. Me aferro a los recuerdos como un triste borracho a las botellas. Y el tiempo sigue pasando, la lluvia sigue cayendo y yo te sigo amando en un sinsentido que dura demasiado tiempo, pero que no puedo parar. Quizás las olas barran tu nombre de la playa de cemento de mis recuerdos y vuelva a ser libre, pero todavía no. Lo han conseguido. Nací con tu ausencia y con ella moriré; mientras mi alma vive errante al amparo de tus miradas perdidas y mis sueños imposibles. Cuando creo que la batalla está perdida miro mis manos y me doy cuenta de que sigo vivo, aunque me siento morir, lejos de ti. No volveré a querer, y si lo hago será tenuemente, porque mi corazón ya no responde a mis impulsos, y mi alma se quebró hace hace tiempo. Todo lo que me queda es el pétalo de una amapola y el espejo roto de mi vida.