Por no pensar. Cap.1

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Vuelvo a llegar tarde. Otra tediosa cena de “curro”. Busco entre los cajones algo sencillo que ponerme, pero arreglado. Culotte de encaje negro y tejano ajustado de tiro alto. Arriba sujetador push-up y una blusa con vuelo de tirante fino. Sólo queda el calzado. Tacones, muy a mi pesar.

El móvil es un no parar de mensajes. Lo sé, soy un desastre, pero me quedé dormida en el sofá y no vi la hora.

El pelo suelto, maquillaje discreto y corriendo salgo escaleras abajo, donde me espera Javi, el compañero y único amigo que tengo en el trabajo. El extorsionador que me ha chantajeado para venir a esta cena por miedo a enfrentarse solo a las viejas glorias de secretaría, que aprovechan cada cena juntos para emborracharse y echarse unos bailes.

 

Lo primero que hago al sentarme en su coche es disculparme por la espera. Me recibe con cara seria, pero se torna en sonrisa burlona al verme extasiada por la contrarreloj que me acabo de marcar en la última media hora.

Me siento muy cómoda con él. Ambos  tenemos 28 años y  gustos muy parecidos. Para mi es como un hermano. Compartimos la mayoría de turnos en el hospital, los dos como enfermeros de planta.

Suena mi móvil. Es Marc, mi novio.

- ¡Amor! Con las prisas al final me he olvidado de llamarte. –Respondo al descolgar la llamada-

- Lo suponía ¿Ya has llegado al restaurante?

- No es un restaurante, han alquilado un local para la jubilación de la supervisora. Estamos de camino, al final me ha pasado a buscar Javi en coche. -Tras un breve silencio.-

- Ahhh –Contesta con desdén- ¿Quieres que te pase a buscar cuando termines?

- Cariño no sé cuál es el plan, ni a que hora terminará. No te preocupes, iré directamente a mi piso.

- Cómo quieras…

- ¿Me quieres? –Le pregunto con voz melosa para que no se enfade.- ¿Me  echaras de menos? –Noto la mirada vacilona de Javi.-

- ¡No mucho! –Contesta secamente para que vea que esta mosqueado-

- ¡Pues yo a ti sí! Tengo que colgar, estamos llegando…

- Vale, ya me dirás algo. Ciaaao

 

La gente ya esta distribuida a lo largo de la mesa. Nos hemos reunido al final los secretarios, enfermeros y especialistas del área de Medicina Interna. Una pequeña gran familia.

Me siento entre Javi y Anna, residente de último año en cardiología. Viene sola a la cena de despedida, pero la mayoría de nosotras la conocemos por que lleva algún paciente en nuestra planta.

Mi relación con ella no es muy buena que digamos, más bien no la soporto, y la sensación parece recíproca. Me cabrean los aires de superioridad que lleva, sus exigencias, sus miradas de reojo.

Es alta y morena, con los ojos claros y la boca grande. Me jode reconocerlo, pero la tía tiene estilazo vistiendo. Tiene al sector masculino loco, y si no fuera tan borde, incluso podría tener hasta amigos. Se hace rarísimo ver a los compañeros vestidos de calle, con algo que no sea el pijama blanco.

- ¡¡Bfff!! –Bufa Javi mordiéndose el labio mientras la mira.- Oye Eva, si vas a estar incomoda cámbiame el sitio y ya hago yo el esfuerzo de sentarme a su lado. –Sonríe.-

- El esfuerzo ¿No? No sé como puedes babear por ésta ¿Pero tu la has visto?

- ¡Mira que culito! –Comenta exageradamente para molestarme.-

La cena transcurre sin más, lo normal en estos casos, contar anécdotas y hablar de la poca vida que tenemos fuera del hospital. Por mi parte alcohol, mucho alcohol. Los dos necesitamos unos tragos para amenizar la noche y soportar las mismas historietas por vigésima vez.

 

Tras la cena empieza la música. La gente se pone en pie y pasa a la zona despejada de sillas y mesas moviéndose al ritmo de la música. Hay barra libre. Bravo.

A estas alturas de la noche, la dignidad escasea. No dejamos de bailar y reír…y brindar. Estamos desatados y yo me lo estoy pasando en grande. Al final resulta que si que era buena idea venir. 

Mientras bailo, a lo lejos, apoyada en la barra, noto la mirada de Anna, que al cruzarla con la mía enseguida la desvía, y disimula mirando a otro lado. Me tiene un poco cansada su actitud con todo el mundo, pero en especial conmigo.

 

¡Qué rabia! En un ataque de chulería acentuada por las copas de más, me acerco a ella.

Parece sorprendida, seguramente mi cara de pocos amigos influya.

- ¿Se puede saber qué te he hecho? –Abordo sin formalismos.-

- ¿Cómo dices? –Contesta algo incrédula.-

- Que no entiendo tu actitud Anna, parece que te caigo mal o algo, y no sé el porqué –Su respuesta es una gran sonrisa.-

- ¿Hago mal mi trabajo? ¿Huelo mal?

- ¡Eva, no digas tonterías! No tengo ningún problema contigo. Por mi está todo bien, de verdad. No quiero tener ningún problema y menos contigo.

- ¿Entonces? ¿Por qué te comportas así? ¡Es frustrante!

- No sé muy bien a qué te refieres…

- A las miradas, a revisar mi trabajo cuando vienes a planta, a tus desplantes. ¡Puedes torturar a otras enfermeras si tanto te aburres! -Vuelve a sonreír abiertamente.-

- Creo que lo estás malinterpretando Eva. Nada más lejos de mi intención. No pretendo menospreciar tu trabajo, al contrario, prefiero trabajar contigo, me das más seguridad.

 

 

En ese momento aparece Javi detrás de mí. Del susto doy un golpe involuntario a la bebida de Anna, que le mancha la camisa.

- ¡Joder Javi, qué susto me has dado!

- ¿Tenéis alguno un pañuelo? –Pregunta Anna a todos los que nos rodean.-

- ¡Menuda mierda! ¡Lo siento mucho Anna! El bruto éste me ha asustado. –Trato de arreglar la situación, pero Anna parece muy molesta.-

- ¡Voy al baño, a ver si con agua…!

 

- ¿Pretendes que te despidan? –Parece que a Javi le resulta muy divertida la situación.-

- ¡Tendrás morro! Estábamos arreglando las cosas parecía. ¡Qué cagada!

- ¿Y no te ha congelado el alma, o echado un mal de ojo? ¡Se rumorea que come ojos de niños huérfanos para desayunar! Yo de ti tendría cuidado –No deja de cachondearse de la situación.- - - - Voy al baño a ver si necesita ayuda, idiota

 

Me la encuentro rascando con un pañuelo mojado sobre la mancha. Parece que no sale fácilmente.

- ¡Anna me sabe fatal. Soy una manazas! –Vuelvo a disculparme.- ¿Puedo hacer algo?

- Cierra la puerta –Dice señalando a la puerta principal del aseo.-

 

En lo que voy a cerrarla y girarme, ella se está quitando la camisa. No te preocupes, es sólo una camisa. –Pone la camisa blanca bajo el chorro del grifo. Me mira y sonríe.

Me acerco a ver si consigue que se vaya la sombra morada. Lleva un sujetador negro y un tatuaje en la parte baja de la espalda, una especie de Vegvísir. Huele muy bien.

 

Por sentirme útil, le cojo la camisa y la pongo bajo el secador de manos. Parece que la mancha ha desaparecido. ¡Menos mal!

Ella mientras da una vuelta por el baño, mirando si hay alguien ocupando algún retrete.


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