- Hola, inspector. Volvemos a encontrarnos.
No pudo evitar sorprenderse al verla y ella le sonrió, pero él no le devolvió el gesto. Entró y se sentó en la silla vacía, abriendo la carpeta sobre la mesa. Estaban solos. Ella esptaba esposada y no había riesgo de que escapara. Sus ojos verdes brillaban con petulancia y orgullo, pero estaba relajada, en paz, como si aquello no fuese más que un simple trámite. Como si no fuese realmente consciente de lo que se estaba jugando.
- En unas circunstancias peores que las anteriores, me temo- contestó él.
- No lo creo. Aunque debo decirle que le veo más guapo- coqueteó ella, burlona.
El policía la miró fijamente.
- Si eres tan amable de contarme qué ocurrió, Karen... perdón. Quiero decir Kate...
Ella no pudo evitar soltar una carcajada.
- No se disculpe, inspector. Como ve, ahora nos parecemos más que antes. Es normal que nos confunda. Pero recuerde que yo soy Kate. Karen es mi hermana. Bueno, era mi hermana- le aclaró con ironía- La misma que usted encontró destripada, por culpa de un hombre al que al final no condenaron. Sí, es normal que nos confunda.
- Por culpa de un hombre cuya muerte te ha llevado a estar ahí sentada- recalcó él, consiguiendo que ella lo mirara con desprecio.
No pudo evitar analizarla concienzudamente. Karen y Kate eran muy parecidas, casi idénticas. Pero desde su muerte, Kate se había esforzado en imitar a su difunta hermana casi a la perfección; mismo color y corte de pelo, misma expresión, misma complexión. Aunque había adelgazado mucho desde la última vez que la vio, en el entierro de Karen. Estaba pálida y demacrada, pero mantenía esa belleza peligrosa y perturbadora. Una que no invitaba a acercarse a nadie. Y sus ojos tenían el mismo brillo que había visto en el funeral; un brillo de firmeza, de decisión, de contundencia. De haber sabido en qué desembocaría aquello quizás hubiese intentado hablar con ella, hacerle entrar en razón.
No obstante, sí sabía por lo que ella había pasado, porque él había sufrido lo mismo. Fue él quien encontró el cadáver aún caliente de su hermana. Tirado en un parque. Alguien avisó a la policía y él llegó el primero simplemente porque pasaba por allí. Maldita casualidad.
Vomitó nada más verlo. Estaba más que acostumbrado a ver muertos, pero aquella imagen le trastornó. Una chica joven, guapa, destrozada. Mostraba claras señales de agresiones de todo tipo y sus tripas estaban esparcidas a su alrededor. El cuerpo aún caliente de Karen seguía despertándole en sueños dos años después, entre sudores fríos.
Tampoco él había querido que el juicio acabase así, con la absolución de ese cabrón. Pero todo había sido demasiado circunstancial, demasiado poco claro. Y todavía pensaba que seguía mereciéndose la bofetada que le dio Kate, jurando entre lágrimas que ya se ocuparía ella del trabajo que un mierda de policía como él era incapaz de hacer. En el fondo creía que ella tenía razón, que se merecía todo eso porque tendría que haber hecho algo más. Algo, lo que fuera.
Cuando le informaron del asesinato de ese cerdo su corazón se disparó. Algo dentro de él le avisó, le dijo que Kate tendría algo que ver de un modo u otro. Y así había sido. Sin embargo, jamás se hubiese imaginado que fuese a tener una implicación tan directa y visceral como aquella.
- Kate, esto es muy serio. Te enfrentas a unas acusaciones muy graves y podrías acabar en la silla. ¿Me oyes? Joder, tienes que contármelo todo.
- Si ya lo sabe- respondió ella burlona, acomodándose en la silla- El asesino de mi hermana me confundió con ella, se volvió loco, me atacó y me defendí. Nadie me va a condenar a nada.
- Eso no es lo que pasó.
- ¿En serio? Le veo muy enterado. ¿Y qué pasó, según usted?
- Lo que pasó- continuó él, exasperándose- es que tú quisiste provocarlo. Quisiste que te atacara para tener una excusa. Lo que pasó es que, después de que Karen muriera, empezaste a comportarte como ella, a vestirte como ella, a ser ella. Lo que pasó es que, cuando te convertiste en tu hermana, empezaste a seguir a su asesino para que te viera. Lo que pasó es que quisiste desquiciarlo a propósito para vengarte.
- Desde luego tiene una imaginación desbordante, inspector.
- Kate- le susurró, acercándose más a ella, tratando a la vez de imponerle con su presencia y de ocultarse de las cámaras de seguridad- ¿Crees que así lo has solucionado todo? ¿Te sientes mejor ahora? ¿A que no? Sé que no- sintió cómo la mirada de ella se oscurecía y él supo que tenía que seguir ese camino, presionando la tecla correcta- Porque yo no me siento mejor porque ese cabrón esté muerto…
- No te atrevas- le amenazó ella, clavándole las uñas en la mano- a comparar. Tú encontraste un cuerpo, yo perdí a mi hermana. No te atrevas- se acercó mucho más a él, procurando que esa parte de la conversación no se escuchase- Solo usted y yo sabemos la verdad, inspector. No va a poder hacer nada con eso.
Entonces se apartó de él, recuperando la compostura, ignorándole. Él la miró fijamente, consciente de que sería incapaz de arrancarle una confesión.
- Ya sabe lo que pasó- repuso ella, señalándole la carpeta- Ahí está todo. El resto son solo conjeturas suyas- entonces por primera vez lo miró sin apatía, ni orgullo, ni odio; solo con agotamiento- Deje de darle vueltas. En serio. Ya da igual. Usted lo sabe. Yo lo sé. Y él está muerto. Yo ya puedo dormir por las noches, inspector. Usted también debería.
Suspirando, cerró la carpeta y se levantó de la silla. Antes de marcharse la miró por última vez. Rezando para que tuviera razón.
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