LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(9)

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             XXXVl

   Iba pasando el tiempo

y yo recorría camino,

el designio del destino

poco a poco se cumplía,

más todo lo genuino

en mi interior resplandecía.

   Nada era un azar,

pues todo fue logrado

con esfuerzo consensuado

por pueblo empobrecido

cuyo evento pasado

nunca quedó adormecido.

   Lentamente se apreciaba

un importante progreso,

se odiaba el receso,

adelante se miró,

fue difícil, duro hueso,

que el pueblo royó.

   Se pasó miseria, hambre,

también mucha penuria,

pero con ardor, con furia,

a la escasez se vencía,

no podía haber incuria

si vivir se pretendía.

   Se pasó calamidades

y callaron mil quebrantos,

se alegraban con cantos

musitando canciones

de esperanza y llantos

de viejas tradiciones.

   La contienda marcó

a nuestra generación,

con odio y desilusión

la desidia inundó

y la naciente nación

su voluntad requisó.

   Fue orgullo de ley

que un pueblo destruido,

a veces en el olvido,

venciera su poquedad,

pues estaba convencido

de su triste soledad.

   Y los años de posguerra

fueron largos, hambrientos,

de esperanza sedientos

y en el tiempo, muriendo,

los fuertes racionamientos

lograron seguir viviendo.

   Otras voces se alzaron

en el ámbito universal,

nuestra cuestión nacional

en foros se debatía;

siendo cuestión social

nuestra gran alegoría.

   Gracias al gran respeto

que sentía una nación,

se evitó la intervención,

su fantasma se alejó;

la temible invasión

el horizonte aclaró.

   Se nos abrieron puertas

en concierto de naciones,

logramos posiciones

que fueron sutil reto

de muchas obligaciones

y se alcanzó respeto.

   Fue válvula de escape

al gobierno de opresión

y nunca hubo confusión

de su régimen fascista;

se alabó la decisión

de un pueblo conformista.

   Porque se perdió la guerra.

El pueblo enmudeció

y prisionero quedó

de su propia existencia,

más su alta voz se quebró

por su misma dolencia.

   Y comenzó su andadura

en el mundanal concierto,

el camino quedó abierto

para nuestra nación

y quedó al descubierto

su buena intención.

   Pero nuestro régimen

marcaba desconfianza,

lejos quedó la esperanza

de ir con tren del progreso,

pero con sutil templanza

se superó tal receso.

   Y el tiempo pasaba.

El calendario corría

y la triste agonía

del pueblo español

poco a poco moría

y se oteaba al sol.

   En ese tiempo incierto

con mi padre trabajé,

a su lado me forjé

y aprendí su secreto,

con tesón lo guardé

siendo para mí un reto.

   Trabajé en la huerta

y campos del “señorito”,

fui un simple currito

hasta que todo aprendí;

sin pegar un solo grito

a mi sitio subí.

   Aprendí a llevar cuentas

y pagar al jornalero,

también hice de rentero

cuando fue menester,

pero jamás fui cajero

para nunca padecer.

   Pero con mi formación,

junto a la laboral,

andaba lo personal

y unidas caminaban;

fue formación integral

que en casa deseaban.

   Allí estaba mi madre,

altanera, vigilando

y muchas veces mimando

a su imberbe retoño

que seguía trabajando

de otoño a otoño.

   Orgullosa estaba ella

al comprobar cada día

el cambio que yo sufría,

de soslayo me miraba

y su corazón le decía

que a su lado estaba.

   Los fantasmas de la guerra

atrás se iban dejando,

las espaldas se iban dando

a la escasez y pobreza,

pero se seguía llorando,

callados, con entereza.

 


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