LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(9)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 28/09/2015, clasificado en Varios / otros
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XXXVl
Iba pasando el tiempo
y yo recorría camino,
el designio del destino
poco a poco se cumplía,
más todo lo genuino
en mi interior resplandecía.
Nada era un azar,
pues todo fue logrado
con esfuerzo consensuado
por pueblo empobrecido
cuyo evento pasado
nunca quedó adormecido.
Lentamente se apreciaba
un importante progreso,
se odiaba el receso,
adelante se miró,
fue difícil, duro hueso,
que el pueblo royó.
Se pasó miseria, hambre,
también mucha penuria,
pero con ardor, con furia,
a la escasez se vencía,
no podía haber incuria
si vivir se pretendía.
Se pasó calamidades
y callaron mil quebrantos,
se alegraban con cantos
musitando canciones
de esperanza y llantos
de viejas tradiciones.
La contienda marcó
a nuestra generación,
con odio y desilusión
la desidia inundó
y la naciente nación
su voluntad requisó.
Fue orgullo de ley
que un pueblo destruido,
a veces en el olvido,
venciera su poquedad,
pues estaba convencido
de su triste soledad.
Y los años de posguerra
fueron largos, hambrientos,
de esperanza sedientos
y en el tiempo, muriendo,
los fuertes racionamientos
lograron seguir viviendo.
Otras voces se alzaron
en el ámbito universal,
nuestra cuestión nacional
en foros se debatía;
siendo cuestión social
nuestra gran alegoría.
Gracias al gran respeto
que sentía una nación,
se evitó la intervención,
su fantasma se alejó;
la temible invasión
el horizonte aclaró.
Se nos abrieron puertas
en concierto de naciones,
logramos posiciones
que fueron sutil reto
de muchas obligaciones
y se alcanzó respeto.
Fue válvula de escape
al gobierno de opresión
y nunca hubo confusión
de su régimen fascista;
se alabó la decisión
de un pueblo conformista.
Porque se perdió la guerra.
El pueblo enmudeció
y prisionero quedó
de su propia existencia,
más su alta voz se quebró
por su misma dolencia.
Y comenzó su andadura
en el mundanal concierto,
el camino quedó abierto
para nuestra nación
y quedó al descubierto
su buena intención.
Pero nuestro régimen
marcaba desconfianza,
lejos quedó la esperanza
de ir con tren del progreso,
pero con sutil templanza
se superó tal receso.
Y el tiempo pasaba.
El calendario corría
y la triste agonía
del pueblo español
poco a poco moría
y se oteaba al sol.
En ese tiempo incierto
con mi padre trabajé,
a su lado me forjé
y aprendí su secreto,
con tesón lo guardé
siendo para mí un reto.
Trabajé en la huerta
y campos del “señorito”,
fui un simple currito
hasta que todo aprendí;
sin pegar un solo grito
a mi sitio subí.
Aprendí a llevar cuentas
y pagar al jornalero,
también hice de rentero
cuando fue menester,
pero jamás fui cajero
para nunca padecer.
Pero con mi formación,
junto a la laboral,
andaba lo personal
y unidas caminaban;
fue formación integral
que en casa deseaban.
Allí estaba mi madre,
altanera, vigilando
y muchas veces mimando
a su imberbe retoño
que seguía trabajando
de otoño a otoño.
Orgullosa estaba ella
al comprobar cada día
el cambio que yo sufría,
de soslayo me miraba
y su corazón le decía
que a su lado estaba.
Los fantasmas de la guerra
atrás se iban dejando,
las espaldas se iban dando
a la escasez y pobreza,
pero se seguía llorando,
callados, con entereza.
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