*Esto es sólo un pensamiento, algo que me puede pasar en un futuro por mi forma de ser.
El mundo me parece gigante hoy, me siento perdida incluso cuando sé en donde me encuentro. No sé qué me pasa, últimamente he estado muy extraña, juro que no me reconozco. No soy yo.
Me siento en una banca de la plaza, mientras veo el mundo avanzar. Al frente mío esta un niño jugando con su pelota, mira su juguete como si fuera lo más preciado en su vida. Sonrío al recordar que alguna vez vi así a una de mis muñecas. Quisiera volver a ese tiempo, en el que el mundo me parecía tan simple.
Una ráfaga de viento helado provoca que me abrace a mí misma, buscando un poco de calor, pero nunca llega. Estoy fría, tan fría como mi alma. Estoy tan sola ahora.
Veo pasar a las personas que alguna vez llame “hermanas”, van sonriendo y platicando alguna de sus locuras, seguramente. Un impulso de correr hacia ellas me invade, pero sé que es tarde para arrepentimientos. Ni siquiera pude seguirlas viendo, tan sólo recordar el daño que les hice me hace sentir la peor persona del mundo.
Desvió la mirada hacia otro lado para encontrarme con algo peor…Él.
Abraza a una chica por la cintura y la sostiene como si temiera perderla ahí mismo. La mira con una ternura infinita, como alguna vez me miro a mí. Algo se remueve en mi corazón y me remuerde la conciencia pensando en el daño que le hice, de algún modo, me dolía verlo feliz; pero lo merecía.
Un nudo se forma en mi garganta al ver como las personas que dañe tanto, ahora son felices sin mí. Y no, no me entristece su felicidad, me entristece darme cuenta que lo único que hice es amargarles la vida. Están mejor sin mí.
Es muy tarde para arrepentimientos y también para pedir perdón, tomando en cuenta que mi orgullo no me dejara hacerlo. No me quiero exponer a que me humillen por más que lo merezca. Incluso regresar el tiempo es una idea absurda.
Ahora estoy en un lugar no muy lindo, un lugar al que muchos llaman soledad. Nunca me había sentido así. Se supone que en mí no cabían esos sentimientos, pero ahora me doy cuenta de que siempre estuvieron conmigo.
Mi soberbia nunca me dejo ser la chica que realmente quería ser, mi orgullo siempre me trajo problemas, mi arrogancia alejo a las únicas personas que me “toleraban”… Iba llegar un día en el que se hartaran de mí, y llegó. Vino a mí de la forma más cruel, más fría y violenta. La soledad entró a mi corazón como un cuchillo oxidado dejando sus rastros y marcas en el, haciendo que la herida fuera mucho peor. Está pudriendo mi corazón, lo está matando poco a poco mientras veo pasar el mundo de los demás, y veo que el mío se queda estancado en los recuerdos y la tristeza.
Los ojos comienzan a arderme ante las inminentes lágrimas, pero me fuerzo a no derramar una sola lágrima. Al final del día uno recibe lo que merece, y esto es sólo una pequeña parte de lo que me depara el destino. Y ahora que comienzo a aceptar la vida tan miserable que tengo, me doy cuenta de que quizás, desde el momento en que llegué al mundo esto estaba escrito: terminar sola.
Carajo, sé que merezco todo esto…¿Pero no puede parar sólo un poco? ¿NO PUEDO SENTIRME BIEN AUNQUE SEA UN SEGUNDO? ¡No quiero esto!
Abro los ojos y me encuentro con la realidad. El mundo no se detiene por mí, la vida de los demás no parara por mí ni por mis problemas. Entonces, es en ese momento crucial para mí, en el que recuerdo porque soy como soy. El mundo me ha dado los motivos, la vida me los ha dado.
“En un mundo de dioses y monstros, yo era un ángel”
Soy un ángel aquí.
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