Seré un estepario en el temblor frío de la noche
Te escribo cuando me queda un minuto de vida.
Ya no te quiero. Ya no te quiero como antes. A ti te pasa igual, seguro.
Diles a los niños que su padre intentó escribir cuentos con algo de encanto, pero que fracasó del todo porque vivió estropeado, siempre se sintió cómodo en el infierno; la humanidad le horrorizaba.
Diles que les quiero, en serio, no es broma.
Me quito la vida y me quito de en medio. No necesito el llanto, ni el rezo, no necesito que me recuerdes, no necesito que me odies. Quiero que me olvides.
Por favor, quema todo lo que he escrito. No vale para nada.
Eres tan hermosa y tan inteligente que durante estos veinte años de matrimonio me he preguntado todos los días por qué, por qué sigues a mi lado.
Ya lo sé. Tú estás muerta; hermosa, pero muerta; libre, pero muerta; feliz, pero muerta. Y ahora que muero yo, en la negrura de los condenados jamás encontraré la mano amiga.
Yo nunca, bien lo sabes, creí en la amistad. Pero tú me llamabas amigo.
Por favor, repito, quema todos los papeles. Y sé feliz en la muerte.
Yo seré un estepario en el temblor frío de la noche.
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