La boda esperada II

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En ese momento puse los ojos en blanco y me dedique a disfrutar de esas deliciosas contracciones que recorrían todo mi cuerpo llenándolo de calor. Sentí como fluía por mi conchita una gran cantidad de miel que él se bebía sin dejar escapar una sola gota, mientras me retorcía en la cama sin control y daba gritos intensos de placer. Así estuve solamente una breve cantidad de tiempo, quería disfrutar al máximo mi primera vez.

Me puse de pie y comencé a besarlo, a sentir la suavidad de sus labios, la humedad de su lengua; mordía sus labios y lengua como si de un durazno se tratara, extrayendo el néctar de ese fruto carnoso. El sabor a agua de mar que tenía su boca me excitaba más, porque sabía que era el sabor de mi intimidad.

Fui a su cuello y comencé a recorrer con mi lengua cada centímetro, a morder y chupar; sentía como se retorcía a cada mordisco que le daba. Desabotone poco a poco su camisa, besando y mordiendo, saboreando el cuerpo que tanto tiempo había deseado, mordí sus tetillas y pude comprobar que le gusta y excita tanto como a mí.

Llegue al pantalón, lo desabotone, baje el cierre, deslice el pantalón y me encontré con que el pene era tan enorme que pugnaba por romper su ropa interior. Empujé a Arturo sobre la cama y arranqué, prácticamente, toda su ropa. Recordé los consejos que había recibido de mis amigas y fui directamente a tocar con la punta de la lengua el glande de ese enorme tronco, cada que lo tocaba mi macho se retorcía soltando suspiros y gemidos. Después de un corto tiempo de lengüetear ese enorme caramelo, Arturo me ordeno, con suma aprensión:

¡No puedo más mételo todo en tu boca!

Era una orden que no podía ignorar y comencé a subir y bajar, pero como lo dije antes, su miembro era enorme y solamente podía comer unos cuantos centímetros.

¡Mételo todo, hasta la base!

Lo intente, pero al tocar la campanilla de la garganta comencé a sentir arcadas y lo saque inmediatamente.

¡Lo siento pero no puedo más¡

Tomo mi cabeza entre sus manos y empujo con fuerza hacia abajo, sentí nuevamente las arcadas pero con mayor intensidad, sin embargo, al mismo tiempo su miembro se deslizo al interior y sello completamente las paredes de la garganta impidiendo que saliera algo. Me mantuvo unos segundos en esa situación hasta que sintió que me relajaba y mi garganta dejaba de protestar, fue sacándolo poco a poco, muy lento y yo sentí como si sacaran un corcho de mi interior, tome una gran bocanada de aire y mire la cara de Arturo, era una deliciosa expresión de placer que solo viéndolo puede uno sentir lo que sentí, observe su miembro chorreando de saliva y supe lo que tenía que hacer. Volví a tragármelo todo hasta tocar con mis labios la base de su tronco, lo sostuve un momento y saque tomando otra bocanada de aire, cada que lo sacaba sentía como mi macho temblaba de pies a cabeza. Después de varias embestidas con boca y garganta sentí la tensión creciente en el cuerpo de mi esposo y tome una decisión: deslice los dedos medio e índice sobre la línea que une el ano con los testículos y apreté con fuerza.

¡Déjame llegar en tu boca! ¡Estoy a punto de chorrearme!- Dijo con voz ronca y apremiante mientras se retorcía en la cama.

No solté la presión y fui sacando poco a poco el enorme fierro. Ni una sola gota de semen brotaba.

Me miro desconcertado.

Es un truco que me compartieron mis amigas en la despedida de soltera- Le dije con una sonrisa maliciosa en los labios.

Me tumbe en la cama y abrí las piernas mientras el se ponía de frente a mi y le dije:

Ahora sí, lo quiero todo, dámelo hasta el fondo.

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