LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(11)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 13/10/2015, clasificado en Varios / otros
992 visitas
XXXVlll
Era un día de estío claro,
me encontraba cansado,
mucho había faenado
y afloró mi hastío,
pensaba desalentado
como si fuera un crío.
La fatiga me hundía,
surgió el desaliento
y aquel negro momento
de mí se apoderó,
me sentía pesado, lento,
y el clima me agotó.
Viendo caer la tarde
entre puertas me senté,
la oscuridad contemplé,
en blanco quedó mi mente;
entre dos luces busqué,
fuerte y vivaz, mi ente.
Con la testa en el quicio
parecía descansar,
intentaba descargar
esa carga negativa
que me hacía fatigar
de manera compulsiva.
No encontré consuelo
en la vieja madera,
pero hallé la manera
de vencer la fatiga;
era fiel compañera
y mi feroz enemiga.
Cené algo muy ligero,
pues la fatiga me decía
que esperarse el nuevo día
en las redes de Morfeo;
yo también así lo creía,
aunque fuese como un reo.
Me olvidé del cansancio.
En mi catre caí rendido
y en sueños hundido,
todo giraba en mi mente,
todo quedó en olvido
hasta el día siguiente.
En sus redes sucumbí,
con sus brazos me arropé,
por sus sendas cabalgué
con mi jaca de ensueños,
por el éter me fugué
caminante de empeños.
Era noche de verano,
serena y calurosa,
como bella flor hermosa
de exquisito aroma
y de pétalos frondosa
que a la vida se asoma.
El calor y el cansancio
mi peor enemigo fueron,
sus armas me condujeron
al limbo de los perdidos
y allí se expandieron
mis sueños y mis olvidos.
Esa noche calurosa
de mis sueños me sacaba,
aletargado estaba
en mi catre de madera,
con el más allá soñaba
como si águila fuera.
Allende del pensamiento
mis ficciones dormían,
sosiego me traían
y el cansancio moría;
mis ilusiones vivían
donde la vida expía.
Allí estaba yo, yerto,
sobre la cama durmiendo,
mi semblante frunciendo
y la mirada al techo,
pero seguía teniendo
el silencio por derecho.
<<Levanta>>-dijo mi madre-
Tuvo que zarandearme
para poder despertarme,
pero seguía durmiendo
y no logré levantarme,
pues me estaba adormeciendo.
Viendo mi actitud,
fuerte me zarandeó
hasta que me espabiló
y me contempló despierto.
<<¡Coño, levanta!>>-gritó-
<<Parece que estás muerto>>
Vio mis ojos abiertos
y se fue corriendo,
algo estaba sucediendo,
más de nada me enteraba;
algo iba acaeciendo
que el sueño quitaba.
Salí con somnolencia
y atónito quedé,
la situación que encontré
me dejó algo pasmado,
en mi entorno miré
y me quedé alelado.
Era una noche clara
de luna muy vistosa,
esplendida, bochornosa,
pero también agitada;
era noche calurosa
de magnifica portada.
Atónito me quedé
contemplando la escena,
era una fructosa mena
de flujos, de agitación;
quería romper la cadena
y buscar definición.
Vi luz en la “casa grande”.
Estaba iluminada,
radiante, exagerada
por su luminosidad;
con su fuerza controlada
brillaba con claridad.
Aquella gran mansión
me pareció que ardía,
mucha gente que salía
y coches que marchaban;
huir de escena parecía,
pero otras allí esperaban.
Los fantasmas de la guerra
a mi mente acudieron,
sus flujos anduvieron
activando mi memoria
y casi consiguieron
reavivar la historia.
Los redobles del miedo
hirieron mi corazón,
contemplaba la mansión
y temblaba de pavor;
no encontraba razón
de vivir el mismo horror.
Me asaltaron los recuerdos
y retrocedí al pasado
que tenía ya olvidado,
todo aquello repudiaba
y me sentía engañado,
pero resignado estaba.
Volvieron a mi memoria
estampas difuminadas,
esperanzas marchitadas,
sujetos despavoridos,
heridas ensangrentadas
y corazones podridos.
Aquellas tristes estampas
llenas de miedo, de horror,
avivaron mi temor
de regresar al pasado,
lleno estaba de furor,
más estaba encarcelado.
Y lo vi todo perdido:
muerta la libertad,
cercenada la verdad,
la razón coaccionada
y rota la unidad
de un alma maltratada.
Vi mucha gente errante
con ilusiones portando,
caminaban sollozando
con liguero equipaje,
el miedo iba aguantando
sin contemplar el paraje.
Fueron tantos mis recuerdos
que mi memoria estalló,
todo en mí se bloqueó
y estático quedé,
lo real me despertó
y jubiloso lloré.
Quedé inmóvil, pasivo,
al ver tanta claridad,
la gran luminosidad
que daba la gran mansión,
volví a la realidad
y recobré la razón.
<<Vamos, ven>>-dijo mi madre-
A su lado caminaba
y a su lado entraba
en tal señorial predio,
tan natural lo encontraba
que evité remedio.
Entramos en el cuarto
donde yacía muerto
el ”señorico viejo”
con sábanas cubierto,
fue tal el desconcierto
que me quedé alto perplejo.
Miré con mucho respeto.
Tétrica era la escena,
el “señorito”, con pena,
junto al catre lloraba,
era una noche serena,
pero el dolor afloraba.
Yo esperaba órdenes.
En otra habitación,
de dudosa abyección,
tres mujeres esperaban;
no comprendía su función,
más nerviosas estaban.
No tenían cuita alguna,
pues familia no eran,
parecía que estuvieran
en fiesta de carnaval,
o que alegres anduvieran
buscando algo personal.
Pero estaban intranquilas.
El miedo afloraba,
la noche no acompañaba
y las tres se confundían;
una fija me miraba,
las otras dos sonreían.
Comprendí que eran furcias,
asalariadas sexuales,
no eran mujeres normales
y menos aún buena gente,
eran damas funcionales
con sensación carente.
Eran furcias baratas,
prostitutas contratadas
para orgías desenfrenadas,
vividoras de la vida,
mundanas y desdichadas
cuya senda va perdida.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales