Amores Fugases

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Estaba enojada, muy enojada. Le había dejado pasar muchas cosas (demasiadas, dios sabrá cuántas). Pero esto era demasiado, obviamente había abusado de su suerte (¿o mi negación?) y fue demasiado lejos.

Me había hecho esperar dos horas en aquel horrible lugar, bajo la inescrupulosa vista de todo el mundo. Si me han dejado plantada. Si, al parecer no valgo lo suficiente como para que ella decida llegar temprano.

-Perdón, perdón- dijo cuando finalmente apareció. Las disculpas que salía de su boca iban acompañadas de una gran sonrisa y una actitud tan despreocupada que le quitaban todo significado a estas.

-Dos horas.- fue lo único que atine a responder, con toda la seriedad y firmeza que mi rostro me permitió demostrar en ese momento.

-Disculpame, pero vos sabes cómo es esto, a veces las cosas se atrasan.

Se acercó a mí para darme un beso, pero yo moví el rostro, provocando que sus labios chocaran con mi mejilla, lo cual no pareció molestarle mucho realmente.

-Por favor, no te enojes, vos sabes que no tenemos mucho tiempo.

Lo que decía era cierto, y a pesar de correr el riesgo de arrepentirme del tiempo malgastado con ella, mi enojo era demasiado grande para ignorarlo y quería (necesitaba) que ella se diera cuenta de eso.

Puso su mano sobre mi cara y la giro, se me acerco hasta ponernos muy cerca la una frente a la otra con su gran sonrisa, labios gruesos y unos profundos ojos verdes me miró por unos instantes.

-Por favor, no te enojes, vos sabes lo importante que sos vos para mí.

-No lo suficiente como para que llegues más temprano.

Ella volvió a sonreír y acercó sus labios hasta casi pegarlos a los míos, podía sentir (saborear) su aliento.

-Por favor- volvió a murmurar.

Comenzó a besarme, yo volví a girar mi rostro, y ella siguió besándome el cuello.

-No para, no acá…-murmure.

Podía sentir su boca recorriéndome todo el cuello, sus manos rodeaban mi cintura. Sus dedos ya se había metido por debajo de mi remera y podía sentirlos acariciarme la piel desnuda de mi espalda.

-Déjame que te compense por la espera- me susurro al oído, y pude sentir como su mano comenzaba a meterse dentro de mi pantalón.

 -Acá no, por favor- dije muy despacio, pero no hice (no quise hacer) nada para detenerla.

En ese instante todo mi enojo, toda mi bronca habían desaparecido, tenía los ojos cerrados, podía sentir como mi respiración se aceleraba cada vez más. Una de sus manos se encontraba en mi espalda y la otra en mi entrepierna, podía sentir cómo sus dedos se movían dentro de mi cuerpo.

Comencé a jadear con más violencia, en ese momento olvide su retraso (este y todos los demás), toda la gran muchedumbre que se movía ignorante del espectáculo que se estaba sucediendo en ese momento (por lo menos eso es lo que esperaba) habían simplemente desaparecido. En mi mente, en mi cuerpo lo único que existía era ella y nada más.

-Ves que bien que te trato- me dijo ella muy despacio al oído.

Pasó la mano que tenía en mi espalda hasta mi cara y con su pulgar acarició mis labios.

-Sos tan linda cuando sonreís, cuando yo te pongo… de esta forma.

Podía sentir como un fuego en mi interior lo absorbía todo. Como mi cuerpo temblaba. Quería que ella se detuviera. Quería que el momento jamás terminará. Mis piernas temblaban. La presión y el calor dentro de mí eran cada vez más grandes, estaba a punto de estallar con un gran grito, ella se dio cuenta, y apoyó toda su mano sobre mi boca tapándola, enmudeciendo el gran aullido que había finalmente explotado dentro de todo mi ser.

Ella se alejó unos pasos de mí y estiró su mano, con la palma hacia arriba.

-¿Vamos?- pregunto con una gran sonrisa en su rostro, yo solo sonreí lo mejor que pude, considerando mi situación física y mental actual.

Tome su mano y las dos salimos caminando juntas del lugar, ella volvería a lastimarme (estaba seguro de eso), haría algo como esto y yo la perdonaría (también estaba seguro de eso), pero en ese momento no pensaba en eso, teníamos muy poco tiempo para estar justas y lo aprovecharía al máximo. Cuando se volviera a ir y otra vez este sola, usaría ese momento para estar enojada con ella.

Ella siempre se autoproclamó como un espíritu libre. Un pájaro al que no se lo podía enjaular con relaciones. Pero hay dos cosas con las que siempre podría contar de ella, me lastimaría y me amaría.

Ella podría volar los cielos como un pájaro, pero siempre volvería a mí, aunque sea para lastimarme, para mí tal vez ella volaría como un avión, pero yo sería un aeropuerto donde ella, lo quiera o no, siempre tendría que volver.


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