Lo que tenia que ser II parte

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Desde que Daniel y yo nos encontramos en esa gala benéfica todo ha sido fabuloso, como siempre pensé que sería. Lo que nunca imaginé era que a nivel sexual sería así, tan experimentado, tan seguro... estaba a años luz de mi escasa experiencia.

Decidí llevármelo fuera unos días, estaba necesitada de él, de sus manos acariciándome, de sus labios besando todo mi cuerpo, de él dentro de mí. Desde que regresó sus compromisos lo tenían ocupado.

El primer día en París fue estupendo, visitamos todos los lugares turísticos que yo quise y Daniel aceptó todas mis sugerencias de muy buen humor. Cuando llegamos al hotel para cambiarnos para cenar fui corriendo a la ducha. Encendí el agua caliente y comencé a desnudarme, luego me metí bajo el potente chorro del agua y empecé a enjabonarme con el jabón del hotel, su fragancia me recordaba a un perfume que me encantaba: Dolce Vita, y embriagada por esa fragancia cerré mis ojos mientras me llenaba de espuma. 

Cuando me dí cuenta ya me había enjabonado también el pelo. Me enjuagué y el olor a ese perfume permaneció en mí. Pensaba en Daniel sin parar...y sin darme cuenta me encontré con mis manos dirigiéndose a mi sexo y me acaricié suavemente el exterior. Conforme avanzaba me ponía más caliente y me abrí  para dejar que mi clítoris aflorara. Estaba hinchado por la excitación y yo imaginaba a Daniel chupándomelo de aquella manera que me volvía loca. Me agaché en la ducha para poder abrirme más y me froté por toda mi vulva, aumentado la presión en mi clítoris y sin dejar de pensar en su lengua y en su labios lamiendo mi sexo. Tenía una forma muy salvaje de realizar el sexo oral que a mí me dejaba ida. Además de saber muy bien lo que hacía, me lo hacía con rabia, con entrega, con adoración... con posesión. Se lo comía porque era suyo y así quería hacérmelo saber.

Sumida en mis fantasías llegué al orgasmo y me corrí sentada en el suelo de la ducha, deseando tener su pene llenándome en mi interior y esa sensación de vacío me hizo abrir los ojos. Y ahí estaba Daniel. Sentado en el mármol del baño, mirándome con excitación en los ojos, la boca entreabierta... y cargado de deseo. Sólo llevaba puestos los vaqueros que estaban a punto de estallar por creciente erección. Su pene se hacía notar por debajo de los pantalones, tenía que estar durísimo...pero él dominaba muy bien sus instintos.  Debía de llevar ahí un buen rato disfrutando del espectáculo, era la primera vez que alguien me veía en esa tesitura pero no me dió ningún pudor, al contrario, mi lívido se reactivó por completo al verlo allí sentado observándome. Volví a colocarme bajo el agua caliente y cerré los ojos para terminar de aclararme...pero no me dio tiempo. Las puertas de cristal de la ducha se abrieron y Daniel se metió en la ducha conmigo.

 

Se había quitado los vaqueros y su erección estaba libre y deseosa de entrar en mí. La notaba en mi vientre mientras Daniel me aprisionó entre la pared de la ducha y su fibroso cuerpo. Me besaba violentamente, con prisa, con ansias...recuperando el tiempo como siempre. Mis manos fueron directas a su trasero y lo apretaba más fuerte contra mí, notando como se clavaba su pene en mi vientre y me excitaba pensando en las ganas que tenía de tenerlo dentro de mí. Alcé una pierna del suelo y la puse alrededor de su cintura, adivinando mis intenciones me cogió del culo y le elevó hasta que mis piernas quedaron enroscadas en su cintura y me apoyó todavía más contra la pared. Su mano cogió uno de mis pechos y empezó a morderlo, estirando de mi pezón y provocándome un calor inmenso por mi interior, abría los ojos y lo veía mirándome, comiéndome y restregándose contra mí.

 

No pude aguantar más mis ganas de sentirlo en mí, y me estiré elevándome un poco para buscar con mi vagina la cabeza de su pene...en cuanto el roce entre su pene y mi clítoris se produjo todas mis terminaciones nerviosas se activaron, y sin más dejé caer todo mi cuerpo en él, deslizándome milímetro a milímetro por su pene hasta llegar a su base. Daniel se estremecía y yo me apretaba con fuerza para clavarme más en él, su pene era grande y me llenaba por dentro hasta el punto de dolerme, pero era placentero hasta la locura. Se fue despegando poco a poco de mí, apoyado con una mano en la pared y controlando con precisión todos sus músculos, sin dejar de clavar sus ojos grises en mí, salía lentamente de mi interior haciéndome notar toda la largura de su miembro y dejándome hambrienta de más. 

Antes de llegar al extremo, volvió a empujar fuertemente  hacia mí a la vez que un gemido animal salía de su interior y me hacía empotrarme contra la pared aún más. Me gustaba su necesidad  de mí, su violencia, su hambre de mi cuerpo... se centró en controlar su cuerpo para ir lo más lentamente posible cada vez que salía de mí, haciendo mi agonía cada vez más larga y a la vez, haciendo que el orgasmo que se formaba en mi interior se hiciera enorme. Le costaba controlarse para no dejarse llevar y aumentar el ritmo y la fuerza de sus embestidas, estaba tenso y centrado en su lento baile dentro y fuera de mí. Me hacía sentir que sus penetraciones eran interminables y yo temblaba con cada una de ellas. Cuando mi cuerpo ya no podía absorber tanto placer por sus profundas estocadas, empecé a mover mis caderas rápidamente para que él aumentara el ritmo, necesitaba correrme ya. 

-Si no paras de moverte voy a perder la cabeza y voy a reventar dentro de tí preciosa-.

Era todo lo que quería oir, me despegué todo lo que pude de él y me bajé de su cintura, él se quedó inmóvil, sin saber que estaba haciendo y porqué había parado aquel momento tan placentero. Me dí la vuelta y quedé de espaldas a él, me agaché y apoye mis manos en la pared... moví mi trasero hacia atrás para buscar su roce y me ofrecí a él.

-Pierde la cabeza ya por favor, no puedo más-.

Daniel se aferró a mis caderas con sus manos, me clavó los dedos en la piel y me atraía hacia él con fuerza. Cada embestida era más dura, mas salvaje y cada vez más seguidas. Dejó de controlarse y su cuerpo temblaba cada vez que chocaba con el mío a la vez que unos gemidos roncos salían de su boca. Tardé muy poco en llegar al orgasmo y cuando mi cuerpo se tensó y se preparó para dejar salir la descarga que tenía acumulada, Daniel se introdujo con fuerza en mí y se dejó caer en mi espalda para aumentar el roce entre ambos y así, unidos a más no poder, ambos nos deshicimos de placer. Esa noche Daniel y yo no salimos a cenar, en aquella habitación teníamos todo cuanto necesitábamos para saciarnos el uno del otro.


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