Llueve fuera. El otoño se deja notar con aires frescos y gotas que inundan las aceras. Yo, a solas, detrás de mí ventana veo las gotas que se deslizan en el cristal. Ruedan sin poder evitar la caída, dejando un rastro húmedo a su paso, que con suerte, formará otra gota más pequeña que correrá la misma suerte que su primigenia.
Así fue nuestra historia. Como las gotas del cristal. Bella y transparente, pero abocada a deslizarse en pendiente. Escrita para terminar en un rastro de humedad, formando a caso, alguna pequeña gota más para intentar alargar el final.
La lluvia parará. Las aceras volverán a secarse, los cristales volverán a su transparencia habitual, pero esas gotas no volverán, como nosotros, desaparecerán, diluidas en grandes charcos o absorbidas por un enorme sol.
Como gotas, tu y yo, volveremos a nuestro principio, al lugar en el que estábamos antes de hoy. Deshacemos nuestros pasos y borramos las huellas que hemos dejado
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