No me gusta el amor. Ese estúpido sentimiento que te lleva a la locura.
No hablo del típico amor romántico exacerbado que justifica hoy en día muchas de las muertes por "atentados machistas", sino del amor, simple e infundado que se hace presente en un interior ciego. El presente y su hipocresía hacen que la creación de lazos emocionales deba ser una necesidad, sin embargo, la era tecnológica ha llevado esto a la ruina, de modo que la paradoja del vivir nos acompaña en nuestro caminar.
Por un lado, si los lazos son muy fuertes, duele romperlos, duele marchar... pero la idea de un futuro prometedor obliga a desprenderte de ese amor transformado en un menester. Hablo de una necesidad de amor debido a que es necesario para poder sentir. Veamos pues la contrapartirda.
Por otro lado, la gran necesidad de comunicación, socializar a través de un objeto inerte, es una nueva concepción de amor. Completamente desmaterializado de todo sentimiento, las conversaciones se enfrían, se entristecen y las emociones se apagan. Un te quiero se banaliza y no se puede distinguir la sinceridad.
Ahora me pregunto ¿por qué odio el amor?
Porque no logro distinguir la verdadera significación que se le da en el presente.
Porque, quizá, lo sienta tan intenso en mi interior que impide marcharme a otro lugar.
Porque tengo miedo a sentir o intentar hacerlo.
Porque tengo miedo a no encontrar reciprocidad.
Porque tengo miedo a utilizarlo.
Porque tengo miedo a perderlo.
Me gustaría no sentir, pero cuando puedo contemplar el mar, el viento en la cara, la calidez de un caricia, la textura de un beso, el placer de una carcajada, el aroma de la mejor fragancia y la dulce melodía de cualquier canción, la realidad me comunica que únicamente estoy completamente enamorada del vivir. ¿Puede esto trasmitirlo una red social por más fotos publicadas que muestre? Creo que el amor inmaterial, aquel que no posa con presunción porque ninguna cámara podría captarlo, es el cobijo de los sueños de la realidad para hacer un poco más humanos a los androides que hoy pueblan la Tierra.
Cuando el mundo vuelva a depender de la sonrisa natural y no de los favoritos obtenidos en cualquier plataforma social, la sinceridad devolverá al corazón aquello que le pertenece: sus verdaderos sentimientos.
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