El otro indigno (parte II)
Por El Osesno Mayor
Enviado el 30/10/2015, clasificado en Cuentos
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Segunda parte: El otro indigno
La casa le apuntó al profesional que debido a lo complejo del instrumento y al hecho de que no fuera de uso cotidiano, se manejaban por encargo, es decir que en una semana lo pasara a buscar y recién entonces debía abonarlo. Igual estaba todavía dentro de los plazos óptimos para la cirugía, no había apuros.
Una semana con la plata en su domicilio. Que inutilidad.
Entonces fue cuando el diablo metió la cola.
Y si deposito los dólares en un plazo fijo hasta que los necesite para retirar el instrumento. Eso me daría cierta cantidad de dinero extra que podría usar para las vacaciones. Total nadie se enteraría, igual compraría el instrumento con el capital y él solo tomaría la plata correspondiente a los intereses. Ya casi se terminaba el año Diciembre no se cuenta, después de las fiestas se tomaría unas buenas vacaciones en enero del 2002. 2001 ya terminaba y había sido un año muy intenso. Qué lindo serian unas vacaciones, nadie tenía por qué enterarse que iba a depositar los dólares a plazo fijo y tomaría los intereses para unas vacaciones y con el capital compraría el instrumento tal como se había comprometido.
El sueño le ganó esa noche y durmió con una tenue sonrisa en los labios. La noche era tranquila y cálida, era diciembre del 2001.
Al otro día sin pensarlo más fue hasta el banco y depositó los dólares en un plazo fijo a su nombre. Dobló con cuidado el papel para no perderlo y lo dejó en la cocina en un mueble debajo de unas tacitas de café para que no se le perdiera. Iba a dejarlo allí durante una semana. Se fue a trabajar.
A la noche cuando regresó a su casa, encendió el televisor y puso las noticias para enterarse de cómo andaba el mundo mientras se preparaba para la cena.
… que se conoce como corralito y es la retención de los depósitos por parte de los bancos. Informó el noticiero.
Qué cagada. Pronunció él.
Como fue que pasó. Preguntó el paciente.
Creí que la plata iba a estar más segura en el banco. Contestó él.
Son cosas que pasan. Filosofó el paciente.
Me siento tan apenado. Replicó él.
Posiblemente ya estaba escrito que me tenía que morir de esto. Comentó el paciente como hablando consigo mismo.
Y así termina el relato tal vez usted le de otro estilo. Tal vez lo haga desarrollar en plazos de años. Tal vez describa también lo que en Argentina se denominó el cacerolazo. Tal vez a la muerte de este paciente le de ciertas implicancias políticas. Tal vez… no lo molestó más, usted sabe como escribir pero lo que no tiene que cambiar es la imagen del protagonista que fue tan indigno con el papel que le había tocado desempeñar. Y mientras me decía esto miraba su rostro en el espejo de aproximadamente 50 años con barba entrecana y de regular estatura. Me alejo un poco más del espejo y lo veo de cuerpo entero vestido de ambo blanco, con una campera en la mano y el estéreo en la otra y se que la noche siguiente me lo encontraré y me contará la misma historia una y otra vez durante todas las noches del resto de mi vida.
Buenos Aires 25-6-07
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