Cuatro Esqueletos (Segundo esqueleto)

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Segundo esqueleto

 

Mostré desdén cada vez que tuve ocasión por aquellos que hablaban de la angustia de existir, su molicie despertaba en mí la violencia propia de los hombres inicuos, hombres que como yo cometimos las atrocidades más viles confundiendo la venganza con la justicia, infundiendo el odio cual apotegma para así progresar por la espalda de los héroes hasta la ofrenda de sus cuellos.

Me recuerdo rampante, mezquino e hipócrita, un ser en suma despreciable; y ahora, en el considerado como último descanso de los hombres, me han maldecido, para permanecer despierto en el confinado sepulcro.

¡Ay de mí! ¡Desgraciado! No siento sino angustia...angustia de no existir.

Siempre creí que bajo las lápidas se pudrirían junto a la carne los recuerdos de toda una vida, que ésta era exclusiva de los vivos, así como la muerte y su olvido es el obsequio propio de los muertos. Pero me equivocaba...

¡En fatal hora nacido! ¡Amargo fruto de un amor errado!

Crédulo de mis ojos fui y no dudé jamás del fenómeno. Ahora compruebo que mi poder y mi vigor no eran fieles a mi cuerpo sino a los cantos de mi espíritu, a su coro de voces taciturnas y aullidos sombríos. Reconozco que mi alma tan solo ha odiado; y aun así ¿Qué he hecho para merecer el tortuoso recuerdo de una vida plagada de errores?

Creer ser el mundo, creer que a mi tumba se precipitarían los imperios y que los astros cubrirían las ruinas de ascuas y pavesas iluminadas en la última gran hoguera de los tiempos. Vanidad, envidia, ambición, todo ello sin el más mínimo remordimiento o decoro.

Y en respuesta, un mundo que continúa...incólume, sin mí.

Aquí el silencio está hecho de pasos, susurros ininteligibles y risas ahogadas. Aquí yazco bajo el cansancio impuesto, sometido al yugo del sentimiento vivo de un odio que mis enemigos celebran.

Sé que la Historia no olvida, nadie puede escapar a su juicio, no me dejará marchar hasta que reciba la fama que merezco, una fama desprovista de gloria, auspiciada por la ignominia.


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