La lluvia, el grácil baile de las nubes que despliegan su frustración contra la tierra.
El viento, el sutil silbido que contornea las hojas de los árboles y, en ocasiones, les da caída.
El trueno, el estremecedor rugido del cielo, que abrumado por el sol intenta hacerle competencia.
La tormenta, combinación del todo y a la vez de la nada. No es sino la esperanza del sol quien calma la tempestad, ¿para que? Para hacer que la alegría de los hombres nunca se agote.
Iluso el sol, piensa en los hombres con ternura.
Si los hombres descubrieran el verdadero poder el sol, tan solo querrían arrebatárselo y, sin embargo, el sol ofrece cada mañana su cuerpo para que la oscuridad no campe con libertad.
¿Quién le pregunta al sol por qué? ¿Quién le pregunta a la oscuridad hasta cuándo?
Nadie, pues la noche regresa tras un día de tormenta soleada y, si alguien no entiende la metáfora del tiempo, aquí queda resumida, en el suspiro de un tarde otoñal.
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