LOS ANALES DE MULEY(2ª PARTE)(13)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 04/11/2015, clasificado en Varios / otros
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XL
Regresé a la huerta
con el servicio cumplido,
cumplí con mi cometido
y regresé insultante,
pues me había comprometido
a esa misión acallante.
Arribaba satisfecho
por camino vecinal,
por la senda natural
que llevaba a la huerta,
pues había sido leal
hasta la misma puerta.
Yo estaba eufórico,
pues con nadie me tropecé,
ni a pájaros encontré,
todo normal transcurrió;
al cielo me encomendé
y nada se descubrió.
Contemplé la casa grande.
Había más tranquilidad
y escasa claridad,
se veía luz en las ventanas,
me acerqué con humildad,
con ilusiones vanas.
Penetré en la mansión.
Gente pudiente había
y mi mirada recorría
cada uno de los rincones
que la habitación tenía
eludiendo tensiones.
Había gente presenciando
aquel chocante suceso,
más nadie sería confeso
de la absurda situación
y no abrirían proceso,
pero harían fuerte unión.
Otra gente acudió
por su propia voluntad,
por su gran afinidad
con el pudiente finado
cumpliendo con dignidad
con todo lo formulado.
Callaban unos y otros.
El silencio se rompía
cuando alguno tocía
rompiendo el miedo,
la estancia me parecía
la mansión del enredo.
Todos estaban pacientes,
algo pronto esperaban
y otros muchos se ocultaban
sutilmente oteando,
más sus rostros delataban
a sus ojos sollozando.
No lloraban por el muerto,
y menos por aquel viejo
padecido y añejo
que les dejó en evidencia,
gemían por su pellejo
y guardaban paciencia.
El médico se hallaba
en una mesa sentado,
rellenó un certificado
y lo guardó en su cartera;
estaba algo ofuscado
mirando la escalera.
No era un simple papel,
era la confirmación
de la triste defunción
del anciano “señorico”;
no había confusión:
también muere el rico.
“Las causas del óbito
fue por fuerte infarto,
se encontraba en su cuarto
tranquilo y animoso,
pero estaba muy harto
del tiempo caluroso.”
“Se paró su corazón.
Su larga longevidad,
los achaques de su edad,
su padecer en la vida....
cortaron su libertad
y su alma quedó fundida.”
Así se podía leer
en aquel escueto escrito,
aquello era un rito
que el galeno confirmaba;
aquello clamaba un grito
y su llanto entonaba.
Continuaban ensalzando
las buenas disposiciones
y no menos condiciones
que el finado tenía,
exponían tantas razones
que en pedestal lo ponían.
Era tanta su alabanza
que parecía un santo
de largo y blanco manto
henchido de santidad;
nadie libraría un llanto
conociendo la verdad.
Mentira. ¡Absurda mentira!
Estaba manipulado,
muy bien redactado
con pluma al servicio
del rentista hacendado
y encubridor de su vicio.
Solo había una verdad:
infarto de corazón.
No había otra reflexión,
pero si muchas mentiras
en cada sucio renglón
con sus benévolas iras.
Nadie lo creyó así,
el pueblo bien lo conocía
y nadie lo confundiría,
ni aún con falsos escritos
su discurrir cambiaría
así fuesen malditos.
El viejo terrateniente
era un vil putañero,
un tenebroso fulero
de las orgías amante,
presumía de caballero
y era un listo pedante.
Fue un poder factico
que al pueblo atemorizó
y a la gente humilló
como si fuesen esclavos,
a mucha gente acusó
y clavó luctuosos clavos.
Con la repentina muerte
del rico terrateniente,
se dividió la gente,
había quien lo alababa
y quien serenamente
en silencio escuchaba.
Otras en silencio
su muerte festejaron,
jubilosos se mostraron
en tal dichoso momento
y mohínos callaron
su sombrío sentimiento.
Bien escrito el galeno
con su pluma lo dejó,
ni el juez levantó
aquel viejo cuerpo yerto
ni nadie preguntó
las causas del muerto.
Aquel escueto papel
ocultaba la verdad,
alababa su bondad
ante un pueblo sufrido
que sabía su maldad
y se sentía oprimido.
Murió montando jaca
de fuerte relinchar,
en su ciego cabalgar
de su montura cayó,
no supo bien montar
y gran revuelo armó.
Murió de un infarto
por el esfuerzo sufrido
en coito consentido
con meretriz compulsiva,
fue un empeño perdido
de amarga iniciativa.
El revuelo fue grande.
Había que acallar la orgía,
la muerte no se podía,
pero el modo se callaba;
yo, las furcias escondía
y orgulloso estaba.
A otro lado miró el pueblo,
pues conocía al hacendado,
pero quedó azorado
ante aquella muerte
y esperaba callado
aquel cuerpo inerte.
Los vencidos maldijeron
toda la casta del viejo,
creían que se haría añejo,
pero también le llegó
la muerte, y su riego
de fanfarrón se secó.
El repentino óbito
concitó enfrentamiento
entre la gente, el evento
pasó a ser punta de lanza
hiriendo el sentimiento
y perdiendo la templanza.
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