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Había llegado la hora para Fernando, la hora de cruzar esa línea imaginaria e ideológica de la niñez a la adultez. Logro llegar a ese reservado por medio de unos misteriosos volantes que había encontrado en la calle. Le tomo meses de juntar valor, y el dinero; la hora había llegado y no había vuelta atrás.
Fernando se encontraba solo en esa habitación, se había quitado toda la ropa, excepto por unos muy pulcros calzoncillos blancos. De pronto vio abrir la puerta y se paró de la cama velozmente.
-No.- dijo Coquita al verlo, y se fue de la habitación.
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