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-¡Coca! ¡Coquita!- grito casi musicalmente Fernando, todavía montado en su bicicleta frente a la pequeña y media vieja casa de barrio.
-¡Coquita!- volvió a gritar el joven, pero una vez más no recibió ningún tipo de respuesta del interior del lugar.
Se bajó de la bicicleta y se acercó despacio a una ventana, la única que se veía media entre abierta.
-¿Coquita?- pregunto esta vez un poco más despacio.
-No.- se escuchó salir de dentro del lugar y la ventana se cerró veloz y violentamente justo frente al rostro de Fernando, quien quedo sorprendido y en silencio solo allí fuera.
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