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Y mi personalidad no es sino la expresión peculiar de unos ropajes que visten a un rey, una reina, de rostro desconocido; otorgándoles mayor o menor libertad de movimiento, mayor o menor capacidad de resaltar su asombrosa belleza. Pero yo no soy el rey ni tampoco la reina, no soy la majestad, sino la postura impostada de un traje vacío.
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