Recuerdo de una tarde feliz.
Por ArDuro
Enviado el 12/11/2015, clasificado en Adultos / eróticos
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Le aconsejo a todo el mundo que tenga la posibilidad de hacerlo, que adopten un perro. No saben la alegría que da y lo bueno que es contar, durante todas las horas del día, con un mimo que nos da, sin pedir nada. Como valor agregado, al pasar la mano por su sedoso lomo, las penas emigran y los buenos recuerdos nos asaltan.
Vicky, fuerte – más que atractiva – de físico, andaba floja en análisis matemático.
Yo, bien anatómicamente aunque sin sobrantes para presumir, tenía claras varias cosas, entre ellas, dos: Análisis III y que me quería voltear a Vicky.
Me le insinuaba con frecuencia y sin éxito. Un día la invité a mi departamento alquilado, para darle clases de apoyo pero con la mira puesta en su entrepiernas. Contra lo que supuse, aceptó el convite, y el segundo día mi mano en sus muslos y mis labios en los suyos.
-¿Qué estamos haciendo?- protestó sin énfasis en el tono de la voz.
-Lo siento-me disculpé- Creí que vos también querías.-
-Sacarme las dudas en matemática, eso quería … aunque….- hizo una pausa.
Retiré la mano de sus piernas y acaricié su sedoso cabello.
-…. claro que quiero. Desde hace mucho me inquietas. Pero ¿vos no tenés novia? –
-Si, pero lejos, en Pilar ¿Y vos no tenés novio? –
-Si, pero más lejos que tu novia. –
- … si él y ella no están, ….. de algún modo tenemos que mitigar la pena. –
- ¡No queda otra! – replicó sonriendo con picardía.
En un santiamén nos trenzamos con excesos de besos y manoseos libidinosos, al cabo de los cuales, quedamos los dos sin ropa.
Se dejó llevar a la ducha. Al abrir la canilla, la lluvia caía por nuestros cuerpos desnudos. En simultáneo a dulces y apasionados besos y a las lenguas juguetonas, acaricié cada rincón de su piel, algo morena por verano en la playa. Naturalmente mis manos se demoraban en lugares clave: tetas, culo y concha. Las de ella hacían lo propio en mi verga y testículos.
Cerrada la canilla, a duras penas llegamos al living, extendí mi toallón en la alfombra y nos dejamos caer, yo encima e, inmediatamente, dentro de ella, empapados en agua y en sus fluidos.
Iniciamos una, lenta, porfía de caderas con el consiguiente entra y sale de mi miembro en su vagina. No tardó el leve baile en volverse más y más acelerado, con jadeos, sonrisas, gemidos, monosílabos, grititos, besos y manoseos en las partes que quedaban a nuestro alcance. Vicky se aferró a mi cabello, con tanta fuerza como pretendiendo que mi tararira chocase con el fondo de su vulva.
Acabamos, chochos de la vida, con desparpajo de fluidos vaginales y semen.
Esa cogida y la posterior en la cama, más ajustada a los usos y costumbres humanos, redondearon una tarde, allá lejos en los tiempos universitarios, dichosa para ambos.
La acabo de recordar al pasar mi mano, por el sedoso lomo de mi setter, Tucho, que sacó la lengua y se relamió varias veces, mientras por mi mente desfilaban estos detalles del pasado. ¿Transmisión de pensamiento?
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