No tiene final feliz, no es un relato.
No estoy muy segura de cómo escribir lo que a continuación voy a escribir, especialmente porque no creo estar haciendo algún tipo de confesión o proponiendo una reflexión sino que trato de iniciar un dialogo conmigo misma.
No tuve suerte este mes con el sexo. Un español muy bonito, pero muy flojo. Me prometió el mejor sexo de mi vida y no estuvo ni cerca. Me ato, me vendo, me penetro por ambas puertas pero no fue capaz de hacerme sentir especial: deseada, bonita, importante; y esto (aunque no tiene por qué ser verdad pues entiendo que es un ardid para encamarme) es un requisito para que me sienta excitada. Tampoco recibí del él un beso de verdad, de esos que te hacer arder el pecho, que hacen que se te derrita todo el vientre. Él durante un mes se metió en mi cabeza pero no logró mantenérmelo adentro más de 5 minutos. Como consecuencia no pude evitar decirle que no había valido la pena el tiempo que hablamos y pasamos juntos.
Luego, hace dos noches estuve en la casa de un hombre con el cual ya había tenido sexo en esa ocasión anterior. Esa primera vez fue aceptable, no excelente, pues es un tipo timido o yo no le gusto lo suficiente. En cualquier caso tenía muchas ganas de sacarme de adentro la frustración dejada por esa relación casual previa que no dejo nada gratificante ni en mi cuerpo ni en mi alma. Desafortunadamente solo tuve el efecto contrario y mi frustración se incrementó muchísimo más.
Y es que en este momento no puedo dejar de preguntarme ¿por qué él (al igual que el anterior) no se esforzó en corresponder el placer que aparentemente yo me empeñe en darle? Es obvio que me refiero a que no me practicó sexo oral y menos de diez segundos duraron sus dedos en mi vagina.
Tuve la esperanza que me compensaría la segunda vez, pero no fue así. Aunque por supuesto disfrutó mucho cada mamada que le hice o pareció disfrutarla mucho.
Llegando a mi casa, hice esa pregunta a google lo que me llevó a la lectura de un blog de un chico aparentemente español que declaraba que no le gustaba hacer sexo oral a las mujeres (a ninguna) pero consideraba que era fundamental el recibirla, claro el autor exponía entre sus razones el sabor, la incomodidad y su propia incapacidad. Me dije que tal vez el hombre con el que estuve sintiera lo mismo, pero al tiempo me dije yo también siento que el olor del pene no es el de las rosas, el sabor del semen tampoco es el de la miel, la posición vaya que afecta las vértebras cervicales y la mandíbula. Si él se siente incómodo porque no piensa en mi propia incomodidad al practicarle sexo oral.
La falta de reciprocidad en la relación sexual me deja francamente desconcertada. Considerando que la solución puede ser no hacer ninguna mamada o preguntar antes de hacerlo: ¿te gusta el sexo oral? ¿te gusta hacerle sexo oral a tu pareja? ¿me la vas a chupar, lo prometes? (eso de la promesa es porque ya el primer loco me dijo que sí pero finalmente no hizo nada, ni siquiera me dio un orgasmo).
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