La subasta del castigador, 1/3
Por Tarrega Silos
Enviado el 09/03/2013, clasificado en Adultos / eróticos
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La subasta del castigador, (Parte 1/3), El Hotel.
Ésta es la segunda parte de "Confesiones de mi esposa".
Nota:
Éste texto, es un ejercicio literario totalmente ficticio.
El sexo inteligente no requiere violencia real.
Toda violencia real, pude y debe evitarse.
El Hotel
He corroborado lo que sospechaba, mi esposa me engaña, desde hace más de doce años, desde el inicio de nuestro matrimonio. Tal afrenta es insoportable. La castigaré.
Habiéndome apropiado secretamente de todos sus medios electrónicos, me he hecho pasar exitosamente por uno de sus amantes, y desde principios de este mes, he sosteniendo animadas charlas eróticas, rememorando nuestros anteriores encuentros. Me ha conseguido una "cita-sección de sexo" justo para el próximo viernes en su hotel de lujo favorito. Incluso me ha dicho cuál será la coartada para su esposo: Noche de chicas, con sus compañeras de la facultad, nunca falla.
Durante tres días someteré a esa zorra, irrestrictamente a todos mis deseos sin revelar mi identidad. Sé que al principio le parecerá un excelente juego y cooperará, pero pronto se descubrirá en una trampa real y entonces el verdadero juego comenzará. He arreglado que los niños la pasen con sus tíos. No tendrán idea de lo que sucederá.
Hotel, Viernes 7:00,
Te espero en el subterráneo del hotel en el centro de la ciudad, dentro de un auto alemán de lujo, sus ventanas opacas impiden ver el interior. Llegas, te reconozco al entrar al estacionamiento, ocupas de entre los pocos disponibles el lugar al costado de mí auto. Estas nerviosa, te veo confirmar con un mensaje tu arribo. Te contesto con un Bienvenida, Ancio probar tus labios. Sonríes. En el espejo retrovisor te das un último repaso con tu lipstick. Y bajas de tu auto, el que te obsequie el día de nuestro aniversario. Estaba más que preparado, en anteojos oscuros y gorra he bajad sigiloso sin que tú lo notases, y respaldado por la tenue iluminación en dos pasos llegué hasta tú espalda. Shockspray en tu rostro y solo tres segundos han bastado. Desmayaste sin pronunciar sonido. Al sostenerte desmadejada en mis brazos, he percibido, la fragancia de rosas y caoba que utilizas en las reuniones especiales. De espaldas te observé caminar unos cuantos pasos, sexy e irresistible en plataformas altas. Irónico las mismas que te han impedido, apoyarte para escapar. Lo siento pero la delgada tela de tu largo vestido negro, se ha rasgado al atraparte para evitar tu caída, sin intención mía por supuesto. Te he depositado en el asiento del acompañante, tus anteojos oscuros aún más grandes que los míos han sido estupendos.
Aún inconsciente tu make-up y accesorios te lucen tan bien. No he podido evitar, levantarte el vestido hasta los muslos, para contemplar tus piernas en medias negras y ligueros, ribeteadas por pequeñas braguitas negras semi-trasparentes. Y si, como sueles hacer, el pubis lo llevas recién afeitado, esta vez en forma de corazón. No he tenido el placer de quitarte el sostén, pues según tu atinada soberbia, firmes tus pechos no lo necesitan. Después de todo provocadora, te encanta que los señores se sorprendan al notar que tus pezones están duros como roca bajo las delgadas telas de los pequeños vestidos con los que tu esposo neciamente cree ocultarte.
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