El ciclo de la materia
Por JohanvonRain
Enviado el 10/11/2015, clasificado en Reflexiones
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Una gota de agua se desliza lentamente de un lado a otro al ritmo del tembloroso motor que impulsa este autobús. Me distraigo un instante mirando por la ventana y me fijo en un joven asiático, moreno, probablemente del subcontinente indio. Él me mira y yo temo por un instante comportarme como un racista al mirarlo fijamente. Vuelvo la mirada rápidamente. Me arrepiento al momento, pero ya es tarde. Mi atención se vuelca sobre la gota que pese a sus ligeros deslices mantiene la anterior posición.
Abro bien los ojos y sonrío maravillado con su belleza. Una superficie perfecta ovalada, reflejando el exterior con el efecto de una burbuja, pese a lo cual es aún más impresionante. Tiene gracia, pues ahora que veo el cielo en su reflejo me quedo mirándolo admirado. Y sin embargo lo veo todos los días y ni uno solo me había parado a contemplarlo. Es como si al ver su reflejo mi mente pensara que al cielo la vista no puedo alzar y estoy relegado, limitado a mirarlo a través de una simple gota de agua condenada a la evaporación. Y de la misma forma yo soy un reflejo de mi mente que se evapora a cada segundo que pasa, acercándome a mi completa desaparición. Mi cuerpo se consumirá al igual que la gota y volverá a formar parte de la Tierra. El ciclo de la materia. Nada me tranquiliza ya, pensando continuamente en ese miedo, asido a mi pensamiento. Mi cuerpo vivirá. Mi reflejo se transformara en el de cualquier ente de este mundo y por otro lado, mi mente desaparecerá y yo moriré. Porque no somos materiales tan solo lo es nuestro reflejo, somos seres contenidos en nuestros cerebros, relegados a un cuerpo que consideramos nosotros.
Condenados al reciclaje de nuestra materia y destrucción inevitable de lo que somos, de lo que no podemos ver. Lo que nos hace únicos, lo que nos hace. No sé si me trasladaré a otro plano cuando muera, pero la oscuridad es la más probable de mis suertes.
La vida es un continuo ir y venir provocado por las acciones, las molestias de los que nos rodean y a quienes influimos de igual forma. El mundo nos hace, no nos hacemos a nosotros mismos, pues otra persona seriamos si hubiéramos vivido en otro lugar. Nos deslizamos sin pausa por una resbaladiza superficie que es la vida, hasta que no tenemos nada más que el pensamiento y nada para llevarlo a cabo.
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