Chéjov y la “chica-bombón"

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¿Qué pretende un joven hablando maravillas de Antón Chéjov en un tren? Estaba sentado con una chica igual o más joven que ella y por lo que supe después, tenía intención de seducirla. Escuché que se declaraba humanista de corazón, pero estudiaba economía; ella humanidades. Una situación muy corriente, pero a la vez extraña. ¿La deseaba de verdad? o ¿Solo era un antojo por comer "chica-bombón"? ¿Qué puede tener la literatura de Chéjov que la pudiese hipnotizar y hacerla tropezar en brazos de un estudiante vividor libertino? Tal vez nada o quizás su forma de expresarse de él. La verdad no era gran cosa, tenía cuatro pelos plantados debajo de su nariz y un corte de pelo de escritor de hace dos siglos. Hay un detalle interesante, llevaba un perfume de contacto caprichoso y empalagoso.

Observé que estaba nervioso e intranquilo. Gesticulaba como un actor imitando a un caballo desbocado y que había olvidado el guión sin saber proseguir. La niña universitaria se lo miraba sonriendo. A parte de delgaducha vestía una cabellera dorada de genes nórdicos, y sinceramente se la veía muy sensata. Yo le pronosticaba un futuro brillante como azafata de plató.

Me había sentado cerca de ellos porqué deseaba escuchar las opiniones, las críticas,... y así poder tener una visión contemporánea de  carne y huesos de un escritor que hacía tiempo que quería comprar algún libro.

En un momento dado:

-Antonia, hay un pasaje de la página treintaicuatro buenísimo y te lo quiero interpretar porqué eres la dulzura personificada del tren.

Me puse nervioso por la emoción. Estaba a punto de presenciar un acto de valentía masculina defendiendo como mínimo a la literatura. Respiré profundamente aguantando el aire y esperé a que empezara. Después de una breve pausa el chico abrió la boca:

-¡Querida, no me acuerdo! Es que... Resulta que tengo poca memoria y  no traigo conmigo mismo el libro.

Antonia se convirtió "Hulk woman" y gritando a lo cavernícola:

-¡Más vale que te lo hagas mirar y que vayas al veterinario del pueblo! ¡Eres muy joven para que te pasen esas cosas! ¡Tendría que caerte la cara de vergüenza! ¡Poseer un amante que no sepa recitar a Chéjov de memoria, es como no saberse la tablas de multiplicar! ¡Qué conste, que yo me las sé! además, voy añadir una cosa: no te pienso pagar el billete de tren, o sea que ya te puedes estar levantando e ir a otro vagón. ¡Cuando te conocí me pareciste un farsante y cínico! y eso no es aprobable, ¡Nadie lo es más que yo!-

Me quedé petrificado: ¿Quién me va a hacer una interpretación de chéjov, ahora?


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