VIII
Epílogo
-¡Comisario!...¡Comisario!...venga rápido.
-¿Qué pasa cabo...?
-Observe usted mismo, señor...
-A la pelotita... ¡Dios mío!...¡Virgen santa!. Protégenos... Vengan todos a ver esto. ¡Que suelten a los detenidos!
-Dios mío. Es algo así lo que vimos comisario.
-Sí, estoy de acuerdo. Mi esposo y yo vimos esto.
-¿Dónde están los camioneros?. ¡Que vengan!
-¡Aquí están!, señor.
-Ustedes no nos creyeron... Pero allí está. Eso fue lo que vimos. Dentro hay un ser parecido a un hombre, más parecido a un feto, pero transparente y luminoso. Aunque desde aquí no apreciemos todo eso.
-Santo Dios. Señores, disculpen por haber dudado de sus palabras. Pero esto es increíble, si no lo veo no lo creo.
-Está quieto. ¡Qué hará ahora! -preguntó el comisario.
-No lo sé.-respondió Coco, entendiendo que la pregunta iba dirigida a ellos.
-Ahora recuerdo cuando lo viste por primera vez, muchacho. –Dijo el viejo y mirando al muchacho que lo acompañaba. Tu rostro era un poema, como debe ser el nuestro en estos momentos.
-Es como si estuviera apagando sus luces... -comentó Jacinto.
El viejo, Baltasar, el resto del personal, que estaban agolpados todos mirando atónitos esa imagen increíble, flotando, en suspenso... pudieron también ver, al humanoide que lentamente levantaba su mano y abría los ojos. Igual que la primera vez, con esa paz que tiene aquél que posee el dominio total de la situación pero; al que no le preocupa reacción alguna de quien lo observa. Abrió los ojos y posó su pacífica mirada, inteligente, llena de expresión, sobre cada uno de nosotros. Estableciendo, de modo indecible, algún tipo de comunicación y transmitiendo una impresión de paz.
Pedro Buda (1995)
* http://www.pebuwar2.blogspot.com.uy/2009/03/cuento-comunicaciones.html
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