UN JUEGO DE NIÑOS
Por Onofre Castells
Enviado el 13/11/2015, clasificado en Varios / otros
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El mundo estaba subyugado por la opinión. La ciencia se había podrido por dentro a causa de las filtraciones húmedas y corrosivas de la opinión imperante. Todo el mundo opinaba y todo el mundo se equivocaba. Era lógico, pues la opinión era demasiado miope para ver la verdad, demasiado sorda para escuchar la razón. Pero a nadie parecía preocuparle la situación, es más, la gente se sentía orgullosa de tener una opinión propia, por muy aberrante que ésta pudiera ser. De este modo la humanidad se limitó a opinar sobre las contingencias y particularidades inestables de la realidad, olvidándose del conocimiento estable, fijo y universal. En fin, los nuevos héroes de este mundo fueron los virtuosos de la opinión: los opinadores. Todo el mundo aspiraba a ser el mejor opinador. Opinar era asignatura obligatoria desde la más tierna infancia y la carrera universitaria con mayor proyección social era la de Opinión. Se puso de moda bautizar a los niños con el nombre de Doxa independientemente de su sexo. E incluso se crearon unos juegos olímpicos de la Opinión que se celebraban cada cuatro años. En efecto, este mundo se convirtió, de esta manera, en un juego de niños.
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