ALIMENTANDO AL LEVIATÁN (3)

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Al fin avanzamos, pero apenas unos miserables centímetros. La resignación es el rostro de la cola. Nadie protesta. Nadie se queja. Somos ciudadanos responsables de nuestra esclavitud habida cuenta de que hemos elegido libremente formar parte de la cola. Somos lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros. Y hacemos cola. De repente alguien grita. Es un hombre enteco y tocado por una suerte de turbante que se aproxima titubeante a nosotros, a la cola, preguntando a voz en cuello: ¿Dónde está la inteligencia? ¿Dónde está, me lo queréis decir? ¿La habéis visto en alguna parte? La cola se ríe y se mofa de ese loco perturbado. El hombre cerdo que tengo detrás se hace el listo y le suelta: ¿La inteligencia, dices? ¿Acaso se ha perdido? La roedora de uñas pretende tomarle el pelo: ¿Se ha ido de viaje, tal vez? El loco perturbado, atravesándonos con la mirada, a nosotros, a la cola, espeta: ¡Yo os diré qué ha pasado con la inteligencia! ¡La inteligencia ha muerto! ¡Y vosotros la habéis matado! Se produce un silencio glacial. Las mofas y las risas de la cola se han congelado en tanto el loco perturbado desaparece calle abajo haciendo mudos aspavientos.


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