Amada Adaline,
Ya entendí que no volverás conmigo y no pienso obligarte. Te amo como no he amado nunca, eres lo más preciado que he tenido en toda mi vida y aunque te vayas, quiero cumplir todas mis promesas.
¿Recuerdas lo que te prometí? Te prometí que te amaría siempre, te prometí que jamás te fallaría, te prometí que mis ojos serían siempre tuyos y que mi corazón no tendría otra dueña que no fueras tú.
Adaline, amor mío, juro que cumplí todas mis promesas.
Siempre tuyo, Thomas.
PD: El cofre que está sobre la mesa es tuyo.
Adaline miró hacia la mesa y vió un delicado cofre negro, rapidamente fue hacia allí y lo abrió sin muchos miramientos. Al ver lo que había dentro se quedó quieta, sin respirar siquiera y con el corazón latiendo tan fuerte que podrían escucharlo los vecinos. El miedo le paralizó el cuerpo y el dolor le estrujó el alma.
Allí dentro, sobre una delicada seda blanca, estaban los ojos celestes y el corazón inherte de Thomas.
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