¿Tan mojada y no me pides que te folle?

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Eran compañeros de piso desde hace dos meses, coqueteaban y tenían mucha confianza pero nunca se habían liado.

Esa noche hacía mucho frío y ninguno de los dos tenía plan.

Llegó de jugar al rugby con un ojo morado y una herida en la boca. Se desnudó y se dio una ducha. Salió mojado, con una toalla en la cintura, como ella todavía no había llegado, entró en su habitación y abrió sus cajones: Braguitas, tangas, picardías… Su pene se revolvía debajo de la toalla mientras las gotas viajaban atrevidas por su escultural cuerpo. Ella le volvía loco, y siempre que estaba solo curioseaba su ropa interior encendiendo su imaginación.

Cogió un tanga de encaje, colocó el triángulo en el glande y empezó a masturbarse. Sus movimientos nerviosos y el roce con la prenda ponían más gordo su rabo.

Unos golpes en la puerta le bajaron a la realidad.

Cuando abrió la puerta, ella suspiró al verle semidesnudo.

-Hola, no te he podido escribir porque no tengo batería. ¿Interrumpo algo?- Dijo mirando el bulto de su toalla.

-No, no, acabo de ducharme. Ésta noche no voy a salir- Dijo intentando desviar su mirada.

(Una noche que ella salió y su cita no apareció, cuando llegó a casa, él estaba con los pantalones por los tobillos metiéndole la polla en la boca a una atractiva rubia que lamía de rodillas. En otra ocasión, era ella la que lamía a cuatro patas el rabo de un tío con el culo bien levantado y el coño empapado, esa imagen provocó muchos orgasmos en las noches siguientes. Se creó un microclima de miradas indiscretas y roces accidentales que despertaba el deseo entre ambos… Aun así, desde entonces siempre se escribían antes de llegar a casa).

-¿Qué te ha pasado?- Le dijo señalándole la boca y el ojo.

-Un placaje- La contestó guiñándola un ojo.

Entró en casa y se quitó el abrigo, llevaba un mini vestido azul marino con manga francesa y unos zapatos de tacón que se quitó al entrar.

-Ésta noche juegan los All Blacks, ¿Te apetece ver el partido?- Dijo él.

-Me encantaría- Dijo ella guiñándole un ojo.

Entró en su habitación para vestirse, tenía el rabo duro aún. Se puso un pantalón de deporte. Cuando salió, estaba apoyada con la tripa en la mesa que separaba la cocina del salón leyendo unas cartas, el vestido apenas tapada su culo. Descalza se acariciaba con un pie la otra pierna. Se agachó discretamente y pudo ver la terminación de sus medias de medio muslo y sus deliciosos cachetes que escondían un tanga rosa.

Se acercó por detrás y cogió su teléfono que estaba en la mesa, rozó su polla por su culo de manera inocente.

Ella se sobresaltó pero no se movió.

-Perdona, no quería asustarte- Le susurró al oído.

Ella noto su boca y su cuerpo tan cerca que un escalofrío recorrió su cuerpo acabando en su coño que se abrió para mojar su tanga.

Hacía tiempo que no echaba un polvo y su compañero de piso no ayudaba precisamente en la tarea de mantenerse tranquila. No era un cuerpo de gimnasio, pero el rugby le había formado los músculos y era realmente apetecible. Aparte del morbo que le daba verle con un ojo morado y el bulto de su pantalón que prometía ser excitante.

Ya sentados en el sofá, ella intentó coger la manta poniéndose a cuatro patas. Él pudo ver su culo redondo medio tapado por el vestido y fue lo que le empujó a acercarse, colocó una mano en su espalda, y con la otra introdujo dos dedos para alcanzar el tanga de entre sus nalgas. Ya fuera, fue bajando por el interior muy despacio sin tocar nada hasta que alcanzó una zona muy húmeda de la prenda.

Ella notó como el tanga se despegaba de su coño mojado dejándolo expuesto.

-Uff… ¿Tan mojada y no me pides que te folle?- Le dijo él con la voz quebrada.

Ella le miró gimiendo sin decir nada.

La echó el tanga a un lado, y metió su boca para abrir sus labios alcanzando con la lengua su clítoris hinchado. Chupó absorbiendo muy despacio y notaba como su coño se abría y expulsaba más líquidos. Subió hasta el culo y lamió y mordisqueó sus cachetes. Introduciendo dos dedos en su coño se bajó los pantalones con la otra mano, liberando su rabo ansioso por penetrar.

Él con sus dedos pellizcaba sus labios suavemente exprimiendo el jugo que chorreaba por sus ingles.

Ella se incorporó mientras él le besaba la nuca y se dio la vuelta y acabaron en un apasionado beso que callaba sus gemidos.

Le empujó para sentarle y se metió su polla en la boca, estaba algo mojada y muy dura, penetró su boca hasta el final de su garganta provocando una arcada. El sonido de las succiones acompañado de los gemidos ahogados le enloquecía. Cuantas veces había soñado con esa mamada bajo las sábanas de su cama.

-Para si no quieres tragar leche ya…

Quitó su boca ansiosa y la sentó encima de él. Bajó la cremallera de su vestido y desabrochó su sujetador. Sus tetas acabaron torturadas por su boca mientras notaba como su rajita rasurada empapaba su polla que resbalaba abriendo sus labios alcanzando su clítoris.

Ella cogió su polla y la introdujo en su húmedo agujero, él aún tenía la boca entre sus tetas cuando bajó con rapidez. El capullo abrió su coño que tan ansioso lo deseaba. Los gemidos se colapsaban con los duros golpes.

Ella cabalgaba mientras sus tetas botaban en la cara de él que nervioso intentaba cazar algún pezón con su boca.

La tumbó y empezó a follarla salvajemente, con sus manos agarró las de ella, que se retorcía con las piernas bien abiertas, hasta que empezó a notar como su polla se movía en su interior por los espasmos de su coño y como le empapaba. Le puso tan bruto que aceleró el ritmo dándole fuertes pollazos hasta que no pudo aguantar más y se puso de rodillas pajeándose encima de su boca.

Esperaba con la boca abierta hasta que la leche empezó a salir incontroladamente, incorporó un poco su cabeza mientras él la sujetaba por la nuca introduciéndole el rabo hasta el fondo. Tragó todo el semen y chupó todo su rabo para dejarlo sin una gota de leche.

Ganaron los All Blacks.


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