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La araña, a simple vista, tenía solo un centímetro de tamaño, pero desde la perspectiva de Coquita, tenía las mismas dimensiones de un dragón, así como todos los rasgos terroríficos y maléficos de la criatura mitológica.
Coquita se había subido a lo más alto que los muebles de su casa le habían permitido.
-¡Acá estoy! ¡Acá estoy!- grito Fernando, entrando a la habitación velozmente y con un gran zapato en su mano, temiendo lo peor.
-¡No!- grito Coquita, haciendo retroceder y salir de la habitación a Fernando, y decidiendo que era mejor quedarse sola en la habitación con aquella bestia.
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