No puedo dormir, no es mi cama, pero la fiesta estuvo buena. En la penumbra sonrío con mis 18 años, recordando a la pelirroja vecina de mis tíos que me sorprendió mirando sus grandes y generosos pechos; su mirada de desaprobación, mientras en sus ojos jugueteaba una sonrisa picarona, me hicieron sonrojar y mirarla de lejos.
Los adultos reían o coqueteaban en la enorme casa de campo; mi madre me ordenó descansar hacía rato, pero no dejaba de mirar y admirar las redondeces de la joven señora Lila.
Con un suspiro trato de dormir, escuchando lejanamente el bullicio de esa fiesta campesina. Un ruido me alerta, ¿Una asquerosa rata? ¡Qué porquería! No hay luz, sólo una miserable vela en ese cuarto más alejado; abriré la puerta para que escape.
¡Oh, la maldita se subió a la cama y está en mi espalda tratando de morder mi oreja! Me cubro, pero insiste; me destapo de un tirón y tomo uno de mis zapatos. La rata era enorme como una persona inclinada sobre mí; estoy soñando: ¡Ándate rata de mierda o te mato!
El chasquido de un fósforo ilumina el hermoso rostro de doña Lila, quien sonriendo susurra suavemente en mi oído: ¡Huy, qué valiente, mi muchachito!
A la luz de una vela, en un pequeño y apartado cuarto, se quita su sostén y puedo admirar de cerca las hermosas y grandes gemelas. No sólo eso, sus manos toman las mías y las acaricio. Y …… mucho más……
¡Qué hermosa rata! Y ¡Qué hermosa noche!
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