Denunciar relato
A pesar de la cotidianeidad, Coquita jamás se acostumbraría a los gritos, las amenazas, las peleas, los golpes. Más allá de su corta edad, había vivido más que la mayoría de las personas.
Sentada, en la noche, fuera de su casa, admiraba las estrellas, soñando con otra vida, una que tal vez jamás tendría.
De pronto, vio como un pequeño joven se le acercaba desde la casa vecina. Un muchacho de su misma edad y con una sonrisa se sentó a su lado.
-Mi nombre es Fernando, ¿y el tuyo?
-No.- respondió Coquita, y volvió a entrar a la casa.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales