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Había cometido un error, de eso, a Fernando, ya no le quedaban dudas. En su soledad, tanto ambientalmente, como sentimentalmente, Fernando había, conscientemente, tomado una decisión de la cual ahora se estaba arrepintiendo.
Solo, en aquella gran piscina, con el agua hasta la cintura, buscaba con desesperación a cualquier alma caritativa que por allí pasara.
-Discúlpame, necesitaría- dijo despacio, tragándose cualquier tipo de orgullo a Coquita que justo pasaba por allí –la bomba de la piscina…- dijo, señalando con el dedo el agua.
-No.-respondió Coquito, y siguió caminando, dejando a Fernando en aquel lugar, atascado y con su hombría comprometida.
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