Nadie supo cómo murió; sólo encontraron el cuerpo tendido sobre su propia sangre, sin piel y desollada. Sus manos apretando fuertemente los puños, enterrando las uñas en la palma de sus manos y en el rostro un rictus lleno de odio, con la boca abierta como lanzando un alarido y queriendo arrancar con sus dientes aquello que se le clavaba en el pecho.
Nunca le tuvo miedo a nada… Siempre fue la mujer que irradiaba paz, cariño, ternura, amor y pasión por la vida.
Nadie le conocía enemigos, nadie la odiaba. Todos la tenían en alta estima.
Todos; menos ella misma.
Amó a tal grado que dio todo a cambio de nada. Y a cambio de ese desmedido amor recibió traición, odio, maltrato, burlas, estafa.
Nunca demostró ser la frágil mujer hecha polvo por la vida… siempre sonriente dirigió a los demás a manifestar lo mucho que valían y que ella podía reflejar como espejo en su mirada.
No, no fue locura lo que la invadió; fue tal la forma de encerrar su lado oscuro, de no permitir a su ente malévolo salir y vengarse, pues la venganza no entraba en su razón.
Saber que debía amar sobre cualquier cosa en vez de odiar siempre fue su motor y sin embargo; fue lo que hizo a su bruja maldita surgir y matarse, en el deseo de dejar de sentir el gran amor del que era capaz y por el que había perdido todo.
Al abrir sus manos fueron sus ojos, aquellos espejos del alma, los que revelaron la verdad.
Malu Ramírez
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