Relación: Profesora - Alumno
Por Dvn
Enviado el 30/11/2015, clasificado en Adultos / eróticos
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Aquello no fue un castigo, sino, un viaje al paraíso de sus curvas…
Mis manos se lanzaron a sus caderas desde su espalda y mis dedos se hundieron en sus hoyuelos que poseía bajo esta. Tardó tres segundos en retirarse la ropa que según ella ya le aprisionaba el cuerpo y otros dos en venir hacia mí y decirme que la embistiera contra la mesa del aula de castigo. Así que así hice, la puse de espaldas a mí, la apoye de cintura para arriba en la mesa y la embestí desesperadamente, sin tacto, como ella me pedía, hacia dentro y hacia fuera, liberando tensiones, desanudando ilusiones. Le di la vuelta y mi pecho ardió junto al suyo, mis manos deseaban tocar zonas prohibidas de su cuerpo y ella así las complació. Se incorporó en la mesa, cogió una mano y con “dulzura” metió uno de los dedos en su… boca, lo relamía una y otra vez, cuando ya lo tuve suficientemente húmedo, lo deslizo por su pecho, su ombligo, hasta llegar a su hendidura donde lo metió sin pensar. Era ella la que sostenía mi mano y se daba placer. Me besaba y mi boca notaba su excitación, mi lengua ansiaba estar dentro de su cuerpo. Así que aparte mi mano de su sexo e introduje la lengua, estaba empapada, deseosa de mas, quería escucharla gritar, que me susurrara ‘no parar’ e hice todo porque así sucediera. Me aferre a la pasión que desprendía aquella zona y le di placer por doquier, mi lengua exploraba sus adentros y mis manos sentían el suave tacto de su piel, mis labios atrapando los suyos mientras ella se retorcía de puro placer. Finalmente terminó pero deseaba más, deseaba ponerme contra la pizarra y liberar su lujuria en mi pene. Se agachó y lo metió en su preciosa boca, entero, su lengua jugaba con él y ver cómo me miraba era todo un deleite para mí. Jugaba a meterlo y sacarlo, a acariciar los alrededores, a rastrear la zona con sus manos hasta dejarme acabado, quiso atrapar mi exaltación en su boca y tragarla y eso a mí me avivaba de nuevo.
Hablamos un poco de todo lo que estaba pasando, de la relación profesora – alumno y de los sentimientos que jamás tenían que aparecer.
Los siguientes días sucedieron en silencio, a esperas de volver a tener otro encuentro como el de aquel “castigo”, el cual no podía sacar de mi cabeza. Ella era preciosa y yo un afortunado. Las sonrisas entre ambos cada vez eran más notables y los encuentros comenzaron a instaurarse fuera de las aulas.
Su casa se convirtió en nuestro refugio, donde clandestinos pasábamos horas y horas de placer incontrolable. Y como incontrolable era el placer, incontrolable también se volvía nuestra relación. Nunca hablábamos de nuestros sentimientos aunque ambos sabíamos que algo estaba pasando. Gozábamos como animales para no pensar pero las manos delataban lo que las palabras no decían. Ya no eran meros encuentros explosivos, se volvieron encuentros donde los besos eran pausados y sensuales, donde las caricias lloraban de emoción y las miradas decían lo que el corazón intentaba retener.
Siempre abandonaba esa casa con la sensación amarga de ser un alumno, su alumno. Y con aquella sensación supe que aquello no fue un castigo, sino, un viaje al paraíso de sus curvas.
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